8 // Tentación.

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Parecía que todos estaban festejando algo, comían, bebían, bailaban, fumaban, parecía ser que no hubiera en el mundo más que un grupo de jovencitas y jóvenes al que nada les preocupara o lastimara

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Parecía que todos estaban festejando algo, comían, bebían, bailaban, fumaban, parecía ser que no hubiera en el mundo más que un grupo de jovencitas y jóvenes al que nada les preocupara o lastimara. Yo estaba ahí, sentada en una esquina, con una cerveza en mano; viendo a todos bailar. Me sentía rara y un poco fuera de lugar. De pronto, me sorprendí a mí misma haciéndome preguntas dentro de mi cabeza así tipo como: ¿Qué estará haciendo Kelly? ¿Estará dormida? ¿Qué hora es? ¿Cómo voy a ir de regreso a casa?

Mientras estuve en la reunión fingí estar cómoda y feliz. Alejandra se había ido con un chico a bailar y de ahí le había perdido la pista. De pronto, al cambiar la música, se creó un clima desordenado. Todos los demás vacilaban, lanzaban gritos al aire, brincaban y se alocaban. Yo me sentía excesivamente excluida de toda esa gente. Había olvidado lo que era "divertirse". Sabía que me iba a tomar tiempo para esto aunque con todas mis fuerzas, lo había deseado.

− Apuesto a que no vienes sola – me pregunta, un chico apuesto con una botella de vodka en mano.

Lo mire a los ojos, levante las comisuras de mis labios y asentí con la cabeza.

El chico se sentó a mi lado, con un shoot en mano y me lo extendió.

− ¿Qué? – le pregunto desinteresada.

Dado que la música está a todo volumen, él se acerca a mi oído para decir:

− Toma un poco, así te vas a relajar.

− ¿Estas bromeando? ¡No me voy a tomar eso, que tal si esta adulterada!

El chico suelta una carcajada. Yo niego con la cabeza volviendo mi rostro a la dirección contraria.

− Bueno, si se te hace suave este tipo de diversión, mira lo que tengo para ti.

Cruzada de brazos me vuelvo a ver y observo que del bolsillo de su pantalón trasero saca una alforja pequeña de plástico rellena de polvo blanco, y otra, de cápsulas pequeñas de todos los colores y figuras.

Parpadeé, mis ojos brillaron y ardieron al ver ese contenido en sus manos. Había olvidado ese sentido de hambre, pero no por comida, si no por una línea de perico, como en los viejos tiempos.

— ¿Entonces? — preguntó el chico, con una sonrisa amplia en su rostro.

Mis ojos abiertos de par en par y mi expresión no pudieron hacer que él ignorara que la respuesta era si, solamente bastaba que lo hiciera. Solté una risa súbita y nerviosa cuando le arrebate la bolsa de cocaína y me levante del sillón, corriendo hacia el baño. 

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora