Nos preparamos para el congreso de jóvenes en la iglesia. Todo iba a realizarse en la matriz. Yo y mis amigas estábamos emocionadas. Era mi primera vez asistiendo a uno de los congresos, sin embargo, Briana y Daniela ya habían participado en uno.
Junto a otros jóvenes de parte de la congregación; llegamos al lugar en transporte hechos un mar de emociones. Gritaron algunos al llegar al lugar. Vimos cómo algunos jóvenes alzaban pancartas con frases como "Bienvenidos a casa", "Haz llegado al lugar indicado", "Dios tiene algo preparado para ti".
Se hizo una iniciación muy singular: un chico alto y de cabello rizado, al que parecía ser uno de los líderes de la iglesia; ordenó que escribiéramos en una hoja de papel el nombre de tres personas que nos habían lastimado muchísimo y tres a las que habíamos lastimado. Yo sabía sus nombres y reconocía el porqué. La aguja del dolor y el resentimiento se habían ido disipando con el tiempo, pero a viva voz ni en mis remotos pensamientos se los había entregado a Dios.
1. Jonathan.
2. Mi madre.
3. Mis ex amigas: Deborah, Estefanía y Camila.
Tres nombres de personas que me han lastimado. Las anote con cautela. Alicia está a mi lado y ella me mira con pesar. Ahora este viejo dolor familiar en mi cuerpo a regresado haciendo cuentas de mis recuerdos. Ese dolor que se da por los mismos pequeños quiebres en el alma. Los eventos canónicos que me marcaron pero que solamente Jesús pudo y puede restaurar.
A continuación, nos han pedido que oremos para pedir por ellos, bendecirlos (algo difícil de hacer), y después entregárselos a Dios. Soltarlos. Hemos echado esos nombres en un contenedor de metal con fuego, cada uno pasa detrás de otro en fila.
Todos estos años llorando, buscando, frenando, y rogando hasta que mis rodillas sangraran. Ahora estoy aquí adorando a Dios. Cambiando mi vida. ¿Quién lo diría? Una chica perdida, quebrada, malintencionada, sola, madre, desorientada... encontrada por un Dios perfecto.
Cuando estamos adentro del auditorio y en el altar empiezan a tocar y cantar una canción de alabanza, alzo mis brazos y canto a todo pulmón. Briana, Daniela y Alicia están conmocionadas y entregadas al igual que yo. Sin embargo, también sé que ellas están construyendo algo roto con las manos de Dios.
— ¿Entonces estas sanando? — me pregunta Leah.
Ella toma una de mis papas fritas de la comida que nos han dado en el receso del congreso. Alicia y Briana están platicando a nuestro lado y Daniela ha ido al baño con Yuliana, que ha llegado tarde al lugar.
— Siento que si — respondo —. Ese día no volví a enojarme porque mis calabacines se pudrieron por los gusanos.
— Menos mal.
— Eso y otras cosas. Ya trato de no estresarme con cada situación difícil. Prefiero orar.
— ¡Vaya! — sonríe Leah y me da un fuerte abrazo.
Briana y Alicia están charlando y viendo hacia un chico. Yo las miro con recelo y frunzo el ceño. Cuando me acerco ellas se quedan calladas.
— ¿De qué hablan?
— Es que Alicia dice que ese chico le invito unos refrescos pero le negó. — comento Briana.
Me volví, y ahí, estaba el chico coqueto, alto, vestido de negro, con una sonrisa que me pareció tonta, hacia el lugar donde se encontraba Alicia. Ya me había percatado de él, se había sentado a un lado de nosotras en el momento que empezó el sermón del pastor.
— Supongo que le dijiste que no — le comente en voz baja.
— Obvio — respondió Alicia soltando una risita burlona.
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...