En los días que siguieron, me entro tal agotamiento que no se me pasaba por más que intentase descansar. Por primera vez entre en astenia. Kelly exigía ir al parque, pero yo me encontraba quebrada y fastidiada, que me daba un baño caliente por diez minutos y tomaba otra taza de café para poder recargar pilas y seguir con la rutina. Los juguetes tirados y los muebles empolvados eran el motivo del enojo constante de mi madre. Quería todo impecable todo el día, todo el tiempo, pero era inútil con una niña de tres años. Sus demandas me estaban llevando al borde del colapso.
Reconocer la incomodidad y el dolor está bien e importante. Pero no permito que mi corazón se quede allí. Doy gracias incluso en la incomodidad, las luchas, la duda; porque eso me cambia de adentro hacia afuera y estoy mucho más llena de alegría al final del día.
Sólo Dios pudo hacer eso en mí. Estaba trabajando la paciencia y el contentamiento en mí.
(...)
Finalmente salí a tomar aire cuando fue el primer descanso entre clases de la universidad, después de un torbellino de toda una semana ocupada, inhale el aire fresco de la mañana luminosa. Ni Carlos, ni los demás compañeros habían asistido hoy a clases; algo raro, porque nunca faltaba y el salón siempre estaba lleno. Solamente éramos Amaury y yo. Y para ser sincera, me sentía incómoda con él. No me caía bien del todo, ya que sentía sus aires de superioridad ante cualquier buen halago del chef o los demás profesores. Y sí, era el destacado de nuestra carrera.
Sam, uno de los chicos de administración golpea a su compañero en el hombro después de que le dijo algo gracioso y fuera de lugar para molestarlo, ellos se avientan entre sí; parecen chicos de secundaria. Pongo los ojos en blanco y sigo viendo el paisaje. A un lado de la cafetería hay muchos árboles, hierbas frondosas, flores de todos los colores, se puede absorber el oxígeno limpio del lugar. De pronto, mis ojos caen sobre los de Amaury, que ha terminado de hablar con la profesora de inglés por los pasillos y veo como sus labios se curvean formando una de sus sonrisas radiantes y petrificantes. Me sonrojo bajando la cabeza y desviando la mirada.
"¿Por qué me pone tan nerviosa? ¿Qué está pasando? No debo hacerme ilusiones o pensar sobre él de esa manera. No es chico para mí. "
Esto era lo que no quería que pasara, pasar tiempo con Amaury o verlo casi a diario solo hacía que me empezara a gustar, y esa manera en la que jugo con mi hija, tan tierno, tan presente; tan padre... ni siquiera Jonathan hubiera reaccionado así. Es un mediocre egoísta.
— ¡Hola, Elena! — se acercó Sam rodeándome con sus brazos—. Ha pasado tiempo que no hablamos. ¿Sabes quién está ganando en el campeonato de básquetbol? Madre mía, la universidad parece un castigo. La profesora de ecología nos está obligando a leer diez libros este fin de semana, y mi padre me necesita en su negocio de mecánica. No sé cómo rayos le voy a hacer. Ni siquiera usare la ecología para mi carrera, no sé porque tenemos que llevar esa materia. En ti es entendible, necesitas saber de hierbas y verduras para tu cocina, pero, ¿yo qué? Estaré encerrado en una oficina por mucho tiempo...
Hablaba hasta por los codos.
Amaury iba subiendo las escaleras hacia la cafetería. Lo miré de reojo y caminé junto a Sam, que seguía alardeando sobre las finales del básquet y quien apostaba por quien.
Entramos a la cafetería mientras Sam hablaba, yo asentía. Todos nos sonreían y saludaban, y yo, como de costumbre, les devolvía el saludo con una amplia sonrisa en mi rostro.
— Hola Sam — dijo una chica, guiñándole el ojo.
Nos sentamos a la mesa. Esta vez eran todos de la carrera de administración y yo era la única de gastronomía. Amaury se había formado para comprar su almuerzo.
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...