Esa mañana llovió. Contemplé las gotas de lluvia golpear el cristal de mi ventanal y respire el olor a tierra mojada y el aire fresco del día. Me quedé quieta como estatua cuando me levante, sentada al borde de la cama; mientras Kelly despertaba y comenzaba a dar saltitos sobre la alcoba esponjosa y cálida.
— Kelly te vas a caer — dije adormecida.
La pequeña regordeta con la sonrisa más hermosa que jamás había visto no me obedeció. Siguió en su juego.
— Kelly deja de saltar — ordené con desgano, me frote los ojos para poder abrir mejor los ojos.
La cama no dejaba de moverse mientras yo intentaba despertar todos los sentidos de mi cuerpo, porque estaba agotada, somnolienta, hecha un mar de pensamientos negativos para levantarme con ánimo y comenzar el día frenético que me esperaba.
¡PUM!
Los sollozos de Kelly no se hicieron esperar. Me volví lo más rápido que pude y sentí que mi corazón se me salía del pecho. Del rostro de Kelly desbordaba dolor y tenía la piel roja, su llanto era desgarrador y sus ojos estaban llenos de agua de tanto llorar. La cargué y la arrulle unos minutos, tratando de calmarla.
— ¿! Que paso!? — gritó exasperada mi mama desde la cocina.
— ¡Kelly se cayó de la cama! — dije casi a punto de llorar.
Los pasos enérgicos de mi madre suena estridente en la casa mientras corre a auxiliarme con la pequeña bebé de casi tres años.
— ¿Por qué se cayó de la cama? ¿Qué no la cuidas?
— ¡Mamá estaba a mi lado cuando sucedió! Relájate...
Le entrego a la bebé hecha una furia y me voy al baño para lavarme la cara y despertar si porque si, aunque el susto me despertó mucho mejor que el agua fría correr sobre mi rostro.
Oigo los pasos de mi mamá alejarse de mi habitación y bajando con la niña a la sala común. Enciende el televisor y supongo – porque escucho las sonajas y los bloques caer al suelo -, que la ha sentado en su corral de juego.
— ¡Ven a desayunar ya está servido! — anuncia mi madre desde la cocina.
Yo inhalo y exhalo. Me miro al espejo y lo que veo es una mujer fea. Desaliñada, ojerosa, cansada, con el ánimo por el suelo.
Me siento culpable de sentirme así.
¿Serán las hormonas? Porque llevo tres días de regla y me siento mucho más sensible de lo normal. Más porque tengo que dar pecho a una niña que no quiere destetar, atenderla, jugar con ella, estudiar y hacer los quehaceres de la casa. Me siento como si fuera a colapsar en cualquier momento y terminar hecha muerta en el piso.
Resignada, abro el grifo y humedezco las palmas de mis manos para refrescar mi cara. Cuando siento el agua correr por mi piel seca; pude reparar en la frescura del líquido y en como mejoraba mi circulación y la elasticidad de este. Amo hacer esto todas las mañanas.
— ¡Elena! – mi madre insiste en que yo baje a desayunar.
Cuando entro al comedor de la casa; observo sobre la mesa los platos repletos de huevo revuelto y frijoles negros y una taza de café a un lado. Inhalo y contemplo el aroma a café, es como una droga para mí. Me siento y oro un minuto antes de comenzar a comer. Cuando termino, me dispongo a ingerir el primer bocado y mi madre me pregunta:
— ¿Estás bien?
— Si — respondo a prisa.
Pero pienso en mi interior: "No, no estoy bien. No recuerdo la última vez que dormí de corrido. Estoy agotada. Estoy constantemente en una montaña rusa de emociones. Hace días que no tomó un baño decente de veinte minutos, por mucho. La casa es un desastre todo el tiempo. Me reclaman constantemente y escucho "mamá, mamá, mamá", como 1000 veces al día. Algunos días siento que no puedo más. A veces me siento inestable emocionalmente y necesito descansar... pero si pido ayuda pensaras que estoy fallando".
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...