3// Punto de quiebre.

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He tenido días buenos, días malos, días grises. Dónde el humor esta al tope, y de repente, voy descendiendo como va cayendo el sol al atardecer. Sin embargo, amo a esta pequeñita, amo este pequeño caos. No importa que decisión haya tomado para llegar hasta aquí, es mía por siempre, y agradezco eso a cada día.

Mientras cargo a mi bebé detrás del tenue reflejo de mi rostro frente a la ventana, mis pensamientos se arremolinan. Estoy viendo pero al vacío, oigo pero no escucho. A lo lejos escucho el parloteo de mamá dándome su sermón de maternidad. Yo solo puedo pensar en el descanso que quiero darme después de que Kelly se duerma.

Hacía frío afuera, y el aire olía a castañas y a humo de madera persistente de la noche anterior – papá siempre ponía a encender su fogata para tomar café, ver las estrellas y leer un libro -, para mi era como un olor agridulce parecido a la nostalgia. La hierba estaba tan espesa cubierta de rocío que mis botas se empaparon en cuestión de minutos, pero no importó. Mi mente estaba ocupada en estos días pasados, planeando y meditando, trabajando en cosas emocionantes por venir, hasta bien entrada la noche. Estos momentos de tranquilidad – yo sola, el amanecer y los árboles -; son las pocas y únicas veces en las que puedo dejar ir mis pensamientos, y simplemente darme un respiro. Y entonces la inspiración extiende mi mano y la alzo, como si me fuera a estirar. Vacilante al principio, porque no estoy lista para dejar mi momento de calma. Aunque, se que cuando vuelva a casa y tome su pequeña manita, ella me llevará a un lugar maravilloso. Siempre lo hace. En poco tiempo, en estas semanas estamos corriendo juntas, con cabello enredado y bolsas de ojeras en el rostro. Ella me presenta una nueva faceta de la maternidad cada mañana, cada día, la hago mi amiga y nos deslizamos en esta rutinaria vida. Pero esta vez, solo por esta vez, pienso desconectar la realidad de la fantasía, un momento más. Ha pasado un mes y sigo estando igual o peor de cansada que al principio. Y es aquí, corriendo a través de sueños derramados donde rompo en llanto, en silencio, para que nadie me escuche.

Mi incapacidad para dormir me ha mantenido abrumada, mal humorada y sin ganas de salir. Toda mi familia ha tenido que venir a mi encuentro porque yo no me siento con ánimos de ver a nadie. Mamá ha decidido cambiar la cuna de la bebé de mi recamara a la suya. Lloro siempre que mi bebé llora. Lágrimas en mis ojos corren a todo momento, incluso mientras me encuentro cambiando o alimentando a mi pequeña.

--- ¿Qué ocurre, Elena? --- mi padre me pregunta con preocupación.

Yo solo me limito a negar con la cabeza diciendo:

--- No lo sé papá, no lo sé.

La amo, amo a mi pequeña bebé, pero esa conexión que sentí al principio se ha ido disipando con el tiempo y me siento cada día peor de lo que ya pude haberme sentido. Despertar cada 2 o 3 horas para alimentarla, el dolor de mi espalda y la falta de sueño me han hecho sentir dentro de una burbuja oscura y sin salida. Aún sigo creyendo que no soy apta para cuidar de esta hermosa bebé.

Llame a todas mis mañanas "mi pequeño respiro": Kelly se encontraba profundamente dormida, mi papá iba a trabajar y mamá también, la casa estaba sola y podía disfrutar de mi soledad sin ningún problema. Incluso, escuchar la música, el silbido de los pájaros sobre el umbral de la ventana y ver los rayos de sol entrar me motivaba y alegraba mi día, solo un momento. Pero cuando empezaba el atardecer llegaba la angustia, podía sentir una opresión constante en el pecho y se me dificultaba respirar porque sabía que se acercaba la noche y era la peor parte de mi día. En ese tiempo era oír a Kelly llorar, alimentarla y no dormir. Pienso que es totalmente normal cuando tienes un recién nacido, pero yo no lo estaba disfrutando del todo.

Kelly nació un 2 de Febrero, hoy es 3 de Marzo; ha pasado ya un mes desde que nació. Sigo afligida porque aún no puedo tener una conexión alguna con mi bebé, no la rechazaba, pero tampoco la buscaba más que para darle de comer o dormirla. Siento carga, esa carga que te lleva a ver esta etapa como una obligación que no quieres, una responsabilidad que no aceptas. El viento sopla con fuerza y el cerezo de la noche entristece más este lugar. Aquella mañana, cuando mamá salió a hacer las compras del mercado – no había ido a trabajar porque se encontraba en vacaciones -, pude sentir como me observaba detenidamente y con el ceño fruncido, sostuvo la mano de mi bebé entre sus dedos unos segundos, la dejo de nuevo en la cuna con dulzura y se murmuró palabras con mi papá a lo lejos. Ellos creyeron que no los he escuchado, pero si lo he hecho.

--- Esto no es normal, Roberto, nuestra hija necesita ayuda --- comento mi mamá.

--- Lo sé, pero no podemos obligarla si ella no acepta su problema. Deberíamos primero buscar la manera de hablar con ella y hacerla entrar en razón, y así quizá, entienda lo que está pasando en su cabeza. --- contesto mi papá casi entre susurros.

--- ¿Y qué está pasando en su cabeza?. Ella no es así, no me imaginaba verla en esa condición, debería ver por su hija. ¿Qué vamos hacer si no quiere?

--- Gloria, no te angusties. Déjame preguntar con un psicólogo y después te aviso si necesitamos llevarla con urgencia, puede ser algo pasajero. Imagínate, entiende que es una carga muy pesada a sus 19 años cuidar de un bebé.

— Ella se puso en esta situación por tener sexo antes del matrimonio — comentó mi mamá en un susurró pero casi a gritos —. Mi mamá tenía razón, debimos de llevarla a la iglesia, cuidarla más...

— Ay, Gloria, ya vas a empezar con tus cosas religiosas. Esto no tiene nada que ver con Dios, es solo que sea inteligente y el haberla llevado con un ginecólogo a tiempo.

— ¿Y si la llevábamos con un ginecólogo pero aun así quedara embarazada? Sabes que no todos los anticonceptivos son efectivos y no podemos evitar las enfermedades de transmisión sexual — rectificó mi mamá con enojo.

— Aun así hubiera sido mejor eso a que quedara embarazada. ¡Se arruino la vida!

Esas palabras de mi padre dolieron. Mi corazón se encogió y las lágrimas brotaron dentro de mis ojos. Me tape la boca con las manos para no soltar un alarido de llanto y que ellos siguieran pensando que estaba dormida. Esto no me puede estar pasando. Desearía estar muerta.

— ¿Cómo puedes...? — mi madre dijo, con la voz temblorosa y entrecortada —. Esto no es justo para Elena, y vamos ayudarla. Si tú no quieres, está bien, lo haré yo sola. Iré a hablar con mi mamá y ver si podemos encontrar un psicólogo que vea a tu hija esta misma semana.

Oí sus pasos alejarse y un portazo. Entonces el silencio y la oscuridad me invadieron hasta que quede completamente dormida. Solo sé que estoy quebrada.


Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora