46 // Ella no es feliz.

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La última vez que hable con Alicia, me sentí acogida por su amabilidad y comprensión. Eso hizo que nuestra amistad se fortaleciera y se uniera a los encuentros casuales en mi pequeño jardín junto a Leah y mi niña Kelly. Sin embargo, también había hecho otro lazo fuerte de amistad con la hermana de Alicia; Jimena. Ella era la mayor de tres hermanos, madre y esposa. Así que, entendía un poco mis luchas y retos de ser madre.

Una tarde del martes, iba camino hacia la iglesia para asistir al grupo semanal de madres y mujeres mayores. Mientras caminaba a paso lento, con las manos dentro de los bolsillos, por el parque, vi a lo lejos; dos extrañas que me observaban. Parecían conocerme porque sonrieron y se susurraron algo al oído mientras me aproximaba. Fue cuando mire a una de ellas a la cara y todo se me detuvo en seco. Era Deborah. Su profunda mirada me corto la respiración y trague saliva. Me armé de valor y me acerque a ella y a las demás chicas: Estefanía y Camila.

— ¡Hola, Deby! — exclamé con agrado hacia Deborah.

Observé sus manos. En una sostenía una lata de cerveza y en otra un cigarrillo. Ella levanto ligeramente la comisura de sus labios.

— Hola, ¿Cómo está la bebé? Es niña, ¿cierto?

Abro los ojos como platos. "¿Cómo es que sabe que fue mi bebé?".

— Bien. Si, fue niña, se llama Kelly. Recién cumplió tres años. El tiempo pasa muy rápido.

— ¡Si he visto sus fotos en instagram! — interviene Fany — ¡Muy linda tu bebé!

— Gracias.

— Y dinos, ¿qué se siente ser mamá tan joven? — pregunta Deborah antes de darle un sorbo a su cerveza.

— Pues...— me rasco la nuca nerviosa—, es duro. Es muy difícil. Pero no me arrepiento, no cambiaría nada. Me encanta, ahora mi vida entera solo gira en torno a Kelly, Dios y mi escuela.

Fany chasquea la lengua y Camila se vuelve a ella dándole un trompazo en el codo. Se hace un silencio incómodo.

— Bueno, ¡me dio gusto verlas!

— ¡Sí! — responden las tres al unísono.

Me volteó pero antes de marcharme suspiro y me vuelvo a ellas de nuevo.

— Y si gustan... las invito a la iglesia el domingo. Hay servicio a las nueve de la mañana y a las seis de la tarde. Cuando gusten. Ya saben dónde vivo.

Deborah alza las cejas. Fany oculta una risita burlona con su mano y Camila me mira asombrada.

— Ah sí claro, nosotras te buscamos nena — responde Deborah —. Adiós.

Las miro cohibida y me marcho.

Sé que cuando les doy la espalda ellas están hablando, lo sé porque escucho murmuraciones y risas mientras me alejo. Pero que tonta soy.

Cuando llegue a la iglesia, Leah, está en la puerta y reparte un pequeño vaso desechable con café y una bolsa de galletas de nuez.

— ¡Hola! Qué bueno que ya llegaste, te están esperando adentro — hablo Leah con entusiasmo y como si estuviera buscando a alguien más atrás de mí.

La abracé, asentí y le di las gracias y guarde las galletas en mi abrigo.

Estaba la pastora Leticia preparando su charla para la pequeña conferencia de mujeres, que había titulado "Madres imperfectas amadas por un Dios perfecto". El lugar estaba lleno de sillas. Me serví más café cuando termine el primer vaso y observé a los ujieres del evento. Hice como que revisaba algo en mi móvil, dándole vistazos a la puerta, atenta también a las filas de mujeres que iban entrando y saliendo. Me encontraba relajada. Me bastaba con sentirme así, sin llamados de una pequeña que atender, sin ninguna obligación urgente que hacer por el momento. En este lugar nadie dependía de mi cuidado y estaba liberando esa carga mientras olía el fragante aroma a café e ingería la pócima. Entonces la mujer de cabello quebrado y negro con la que había cruzado un par de palabras en las reuniones de los domingos, y en las veces que íbamos a los bautizos de los hermanos; me señaló desde el fondo. ¿Cómo me había reconocido? Note un rubor en mi cara y sonreí. Al fin alguien amable me hará olvidar el acto vergonzoso que viví con mis anteriores amigas. La mujer se sentó a mi lado y me dio un toquecito en el hombro.

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora