23 // Los impíos han tendido lazo.

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Casi todos los días eran buenos.

Los sábados, no podía esperar a que fuera domingo para ir a la iglesia, danzar y adorar con cantos y música a Dios, escuchar la palabra y ver a mis amigos. Los martes estaban ocupados por el grupo familiar de mujeres, luego el miércoles era culto de zona, los jueves otro grupo familiar con los jóvenes, y a veces, los viernes eran reuniones de jóvenes. Pero a vista de que estábamos a días del evento suspendieron las actividades. Y también era madre soltera de tiempo completo cuando Kelly estaba conmigo. De lunes a viernes eran mis clases de dos horas en la mañana de maquillaje y en la tarde la tenía libre para todo lo demás. Las cosas se estaban ordenando y podía ver como Dios trabajaba en mi carácter cada que leía la Palabra y oraba en mi cuarto.

Lloré tanto cuando llegué a la parte final de cada evangelio; siempre vi películas sobre la crucifixión de Jesús, pero nunca lo había sentido en carne propia o más bien, al no tener al Espíritu Santo conmigo, no podía entender la magnitud de Su amor por mí. El venció la muerte por mí y toda la humanidad. Sólo falta el paso de fe de aceptar y creer. Ahora podía ver.

Pero parecía que cuando ya avanzaba en mi relación con Dios y mi crecimiento espiritual, algo o alguien... peleaban por mi atención y corazón.

Un día en la noche, después de hacer la rutina de sueño de Kelly y haberla dormido leyéndole la biblia y reproduciendo la lista de música clásica; tocaron a la puerta.

— Elena, te buscan — dijo mi madre entrando a la sala común después de atender a la puerta.

— ¿Quién? ¿Es Leah? Déjala pasar, sabes que...

— No. Es un muchacho.

— ¿Muchacho? — fruncí el ceño.

— Sí...

— ¿Y no te dijo su nombre?

— Ay hija, le pregunté y me dijo que te mencionara que es un viejo amigo — comentó mi mama negando con la cabeza y alzando las cejas.

— ¿Qué? — cuestione confundida y levantándome del sillón.

Trague saliva y camine a paso lento hacia la puerta principal. Un viejo amigo... espero no sea quien estoy pensando...
— ¡Hola guapa! — dijo con una voz vana.

Mi expresión se endureció y el terror se hizo conmigo. ¿Qué hacía aquí?

— Damián, ¿quién te dijo donde vivía?

— ¿Olvidas que éramos amigos de pedas? Ya te olvidaste de tus humildes amigos...

— ¿Qué quieres Damián? — pregunté disgustada.

El me miró entrecerrando los ojos y puso cara de poker.

— Pasé a ver como estabas y saludarte. Ya no has salido con nosotros.

— ¿Y eso qué? Ya no me interesa salir a fiestas, estoy enfocada en mi hija, los estudios, y tengo nuevos amigos.

Debería decirle que también Dios está dentro de la ecuación: no debo avergonzarme de ser cristiana, debo ser valiente. El me negara si yo lo niego. No, no, Elena ármate de valor.

— ¿Qué ya te volviste de los aleluyas? No pensé que fueras a encontrar el camino tan rápido — lo menciono con tono de burla.

Me cruce de brazos sin decirle nada y suspire. Cruce mis brazos y lo mire fijamente retándolo, no iba a permitir que viniera a intimidarme.

— ¿Ya me vas a decir que quieres? — pregunté sin dejar de fijar la mirada.

El arrugo la nariz con desagrado, se pasó una mano por el cabello y soltó una ligera risotada.

— Ven, te invito a cenar...

— ¿Estás loco? ¿Crees que voy a ir contigo después de lo que me hiciste la última vez? Dale gracias a Dios que no te he echado a la policía encima...

— ¿No me vas a perdonar? Mira la disque cristiana...

— ¿Eso que tiene que ver?

Damián rio entre dientes.

— Mira Damián, te diré una cosa... un asunto es que sea cristiana y tenga que perdonarte, por amor a Dios y por amor al prójimo y sanar mi corazón. Otra cosa es que sea tonta e imprudente y sabiendo cómo eres me vaya sola contigo a estas horas de la noche. ¿Estás bien de la cabeza?

— ¡Mira que ruda me saliste!

— ¿Es una apuesta con tus amigos o qué?

— ¡No! ¡Asómate no hay nadie afuera, vine solo. Ahí está mi carro asómate.

Saqué la cabeza observando su auto estacionado a un lado del zaguán de mi casa. Mire detenidamente y no vi señales de sus amigos abusivos. Me volví a él aun exasperada.

— Confía en mí. Dile a tu mama con quien y en donde estarás. Es más si quieres activa el gps y en tiempo real. — espetó Damián casi en suplica.

¿Qué rayos quería? Tenía que preguntarle a Dios y hacer esas oraciones express cuando uno está en este tipo de situaciones.

— Ok, espérame. Necesito consultar algo...

Empareje la puerta y corrí hacia la sala común. Me senté en el sillón y comencé a orar, a preguntar.

— Señor, si tú lo has mandado es por algo. ¿Y si necesita ayuda? ¿Cómo puedo hablarle de ti? Mnada su Santo Espíritu y trae sabiduría a mi ser, necesito que tu me digas si es correcto que vaya o no...

Seguí orando en un susurro, mi madre se aproximaba a pasos lentos y sin hacer ruido, podía sentirla. Cuando termine mi oración y abri los ojos ella pregunto:

— ¿Qué haces?

— Estoy orando por mí y por la persona que está allá afuera.

Una sonrisa enorme se extendió por todo el rostro de mi mamá, creo que nunca se imaginaria tener una hija tan espiritual.

— ¿Y quien es? — pregunto.

— Un amigo. Mamá, me ha invitado a cenar. ¿Me das permiso de ir?

Mi mamá no dejo de borrar esa sonrisa en su rostro claro.

— Pues es ya un poco tarde. Pero por tu inteligencia y respeto de pedir permiso y orar antes de hacer algo "común", te dejo. Tienes una hora. Llévate el teléfono y mándame tu ubicación en todo tiempo, son tiempos difíciles y no podemos ser descuidados.

— Ok, gracias mama.

Tomé mi bolso y chaqueta de cuero, y salí a toda prisa de casa.



Modismos mexicanos:

Pedas: se refiere a tomar alcohol, emborracharse.

!Ah y no lo hagan, porque....!

Querido jovencito, no te fijes en bebidas embriagantes que atraen por su color y brillo, pues se beben fácilmente, pero muerden como víboras y envenenan como serpientes. Si las bebes, verás cosas raras y te vendrán las ideas más tontas. Proverbios 23: 31 - 33

Versión TLA 

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora