Hay días buenos y hay días malos, pero hay muchos entre los cuales donde hay melancolía y son agridulces. Estoy muy agotada y harta, entonces la culpa y esa vocecita viene una y otra vez a decirme que no puedo o que soy una mala madre.
Antes de que escuche los primeros silbidos agudos de los pájaros o que los rayos de sol hagan presencia en la ventana de mi habitación, unos pequeños deditos pican una y otra vez mis parpados cerrados. Oigo una vocecita decirme mamá por décima vez, pero yo me relajo y no muestro señales de vida o de querer levantarme. Sinceramente no quiero levantar ni un dedo. Apuesto que son las cinco de la mañana e imploro que Kelly se vuelva a dormir.
— Mama, mamá — su voz dulce y tierna susurra en mi oído derecho.
Sonrío ligeramente y me volteo. Otra vez vuelve a insistir pero me vuelvo a mover para que ella se rinda. No lo hace.
El resto del día me la paso cansada, abrumada, decepcionada, frustrada, un poco avergonzada, irritable, autoconsciente, y las cosas no van como lo he planeado. Kelly ha derramado dos veces su bebida; la leche y el jugo, luego no me ha permitido leer la biblia, quiere estar pegada a mí, no me deja lavar los trastes tranquila, no se ha quedado dormida a tiempo para su siesta, solo durmió quince minutos y tengo tanto que hacer. Entre ellas; el quehacer y mis deberes de la universidad. Me voy a volver loca.
— ¡Kelly por favor! ¿qué pasa? — pregunto al aire frustrada y llorando mientras la sostengo en mis brazos.
Ha estado sonando mi móvil pero no he tenido ánimos de revisarlo. Sé que es la semana en la que se llevara a cabo el evento juvenil en la iglesia y me ha tocado servir, incluyendo la coreografía de la música contemporánea, recibir a los jóvenes invitados y ayudar a ordenar a la gente que ir entrando al servicio.
— Las dos nos hemos levantado con el pie izquierdo — asumo mientras la meneo de un lado a otro.
Lloro y ella lo nota; porque al instante se frustra más y solloza a mi lado. Ambas nos abrazamos. El silencio y Dios es nuestra única compañía.
Mientras tengo a Kelly en brazos, camino hacia mi móvil y reproduzco una de mis canciones favoritas: My Portion de Isla Vista Worship. Mientras ella aun vierte su inquietud sobre mí yo canto en voz baja:
You are my portion
When I lay down my life
Mis lágrimas corren por mi rostro mientras canto con entendimiento la canción. ¿Realmente me creo que Dios es mi porción? Necesito elevar mi voz y auxilio ante Él antes de que me desarme, antes de que tire la toalla. Una y otra vez Dios me demuestra la pronta necesidad que tengo de Él, no me puedo valer de que ya lo sé todo, o que soy salva o que pronto me voy a bautizar. Tengo que estar en constante comunicación con mi Creador. Entonces recuerdo que no he orado. He estado viviendo en automático desde hace dos días. El Espíritu Santo me dice:
¿A qué hora vas a orar? Te estamos esperando...
No puedo negar que una sonrisa se asoma por mis labios. Cuando menos me doy cuenta, Kelly se ha quedado profundamente dormida.
La acuesto en mi cama y la rodeo con las almohadas y unos cuantos peluches. Minutos más tarde estoy hincada en el suelo, pidiéndole a Dios que me perdona y que me limpie. Necesito que su agua viva dentro de mí para que yo siga floreciendo y sea la madre que Él quiere que sea. Lo necesito porque Él es mi porción.
Ha llegado el día, es viernes por la mañana y nuestro grupo de amigas de la iglesia hemos quedado de arreglarnos en casa de Briana. Alicia y yo fuimos las primeras en hacer actos de presencia. Mi madre ha venido a dejarme a las siete de la mañana y me ha hecho el favor de cuidar unas horas a Kelly en lo que sirvo en la iglesia. Para ella no era una carga, aunque si es muy difícil y cansado cuidar de una pequeña de casi tres años, ella tenía experiencia, lo que le faltaba por mucho era la paciencia. Le dije que no revisaría el móvil todo el día para no estar ansiosa y ella me aseguro que estarían bien y tranquilas. Le creí. Al cabo de una hora, mientras maquillaba a Briana mi madre no paraba de llamar. Termine poniendo en silenciador el teléfono.
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Una mamá imperfecta amada por un Dios perfecto
SpiritualSpin-off de la novela "Amar merece la pena". Elena, es una joven madre soltera, que sufre las altas y bajas de la maternidad. Con apenas diecinueve años , en medio de semejante responsabilidad, ella pierde el propósito de su vida y se marchita día...