39. // No es una chica cualquiera.

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Juan.

La chica que me parecía la más simpática, con gracia incluso, era Elena. La contemplaba a lo lejos cuando tocaba la batería en la hora de la alabanza y adoración. Ella creo que se daba cuenta, porque a veces desviaba la mirada hacia mi cubículo pero en cuanto sentía mis ojos sobre ella, disimulaba y veía a otro lado. Era raro. Y aunque Elena me parecía muy agradable y guapa, y era a la primera chica de la iglesia que me impulsaba a invitarla a salir algún día, no me importaba que tuviera una hija, sobre todo si notaba que era tan buena madre.

— ¡Te quiero amiga! — le gritó Elena a Alicia al llegar a la iglesia para una reunión de jóvenes.

Yo me encontraba a un metro de ellas, charlando con Dominic.

— Yo también amiga, eres la mejor — respondió Alicia con un abrazo y beso.

— ¡Mentira yo las quiero más! — dije interviniendo en medio de ellas extendiendo mis brazos.

Entonces se echaron a reír. A reír en auténticas carcajadas.

— ¡Ay dices! — Elena me soltó un tirón con su mano.

— ¡Y lo sostengo! — bromeé.

La miré a la cara, su sonrisa se extendió y esos ojos brillaron bajo unas largas y negras pestañas rizas. Todo se detuvo y parpadeé nervioso. La profunda mirada de Elena sobre mí me cortaba la respiración y me dejaba perplejo.

Siempre he sido espectador, casi nunca participe de algo serio o lleno de romance. Y aunque no soy el tipo más romántico del mundo, mantengo las antenas listas para serlo con la chica correcta. Una tarde Elena y yo encontramos nuestra canción, o eso sentí yo, por lo menos.

La iglesia estaba vacía porque ya habíamos terminado de ensayar las canciones para el servicio del domingo. Elena le tocó limpiar los baños del lugar y entonces, charlamos un rato de una película que había ido a ver con otros jóvenes de la iglesia y Leah, y luego nos sentamos para cantar una canción.

 Elena le tocó limpiar los baños del lugar y entonces, charlamos un rato de una película que había ido a ver con otros jóvenes de la iglesia y Leah, y luego nos sentamos para cantar una canción

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— ¿Has escuchado a un corazón? – me preguntó tras sentarme a su lado y sacando la guitarra de su funda.

— Sí. Pero no soy fan.

Ella rio.

— ¿Qué? — pregunté frunciendo el ceño

— Nada. Pensé que todos eran fan de ellos.

— Pues no entro en esa categoría. Soy muy antaño. Prefiero a Marco Barrientos o a Marcos Witt.

— Ok...

Ella empezó a cantar...

Viene el día,

Donde cada gran montaña va a querer postrarse al verte cabalgar.

— ¡Oh si, la conozco! — le dije cuando la escuche.

Tomé la guitarra, y mientras lo hacía la mire a los ojos. Pensé en el día que la vi por primera vez. Rasgué la guitarra una vez más, ajuste la tensión de dos cuerdas y comencé tocar la música suave y queda; primero tarareamos y luego empezamos a cantar mientras la atmósfera nos envolvía.

Una mamá imperfecta amada por un Dios perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora