-¿Alguna vez dije cuánto te quiero?-
Al parecer mi primo borracho tornaba a ser sentimental y no es que me molesten las demostraciones de afecto, sino que esta era la quinta vez que me hacía la misma pregunta.
No había servido la cantidad de agua que le había dado cuando llegué. Su amigo, el rubio, había gritado "¡chupitos!" y la gente se volvió loca, contando a Jc que ahora no podía decir cuál era la primera letra del abecedario.
Estuve sentada mirando cómo la gente se volvía completamente desquiciada por una pequeña medida de tequila.
Era absurdo.
Por suerte la gente se había empezado a tambalear hacía la puerta de salida alrededor de las cuatro, cuando las mágicas palabras "¡no hay más alcohol!" resonaron en los oídos de todos los invitados.
Y lo que más agradecí es que todavía era de noche, y yo no me quería acostar tarde.
Al diablo con eso.
Tenía pensado hacer unas compras, ir a la playa, tal vez y solo tal vez pasar algún tiempo con Jc. Pero claro, primero tenía que hacer llegar a Justin a su habitación.
Él estaba colgado de mi y caminábamos por un estrecho pasillo. Yo no sabía si estábamos caminando hacia la dirección correcta, porque prácticamente había estado adivinando las indicaciones que me daba.
Tropezó con sus propios pies y cayó al suelo sin darme una chance para ayudarlo a estabilizarse.
Él balbuceaba cosas sin sentido mientras yo me recosté solo cinco segundos en la pared contraria, pensando cómo diablos lo iba a llevar a su habitación.
¡Ni siquiera sabía cuál era su puerta!
-¡Cerra la maldita boca, Jc!- lo miré unos segundos y él seguía balbuceando -¡Por favor, solo habla cuando recuerdes el estúpido castellano y el maldito abecedario!-
Había bajado mi vista para ver mis zapatillas, ahora mojadas por algún tipo de bebida alcohólica de algún estúpido que tropezó conmigo esta noche. Noté el silencio y levanté la cabeza.
Tenía que ser una broma.
Como si no estuviera tirado en el frío y sucio piso, como si no estuviera su cuello en una posición que de seguro mañana va a doler como la mierda, él se había dormido. Estaba durmiendo como si el piso fuera una cama king y la pared la almohada de plumas más cómoda del universo.
Para terminar la noche esto me tenía que pasar.
Pensé en un lugar feliz, en donde no tenía que cargar a mi primo que pesaba el doble que yo.
El ruido de la puerta cerrándose y el ruido de llaves contra una mesa llamaron mi atención. Giré la cabeza para ver el inicio del pasillo.
-Solo tienes que dejarlo ahí. Él sabe el camino cuando despierte- el rubio estaba recostado sobre la pared, mirándome como si fuera lo más obvio del mundo.
Mi sangre hirvió al sentir su mirada sobradora contra la mía.
-Él seguro sabría el camino ahora, si algún estúpido no le hubiese ofrecido más alcohol-
¿Quién se creía?
Punto uno; no lo conocía y punto dos; no quería hacerlo tampoco.
Sus ojos quemaron contra mi cara cuando me puse de pie -Yo no lo obligue a que siga bebiendo- él había dejado su pose de chico malo para dar unos pasos en mi dirección -¿Lo hice?- su dedo índice tocando su pecho.
Maldito, me tenía atrapada.
No, él no lo había hecho pero había insistido.
¿Por qué estoy tratando de convencerme cuando sé que tiene razón?
Dio dos pasos más, casi chocando su pecho con el mio. Podía sentir el alcohol en su aliento o simplemente ya estaba impregnado en la casa.
-¿Acaso lo hice ...- él no podía terminar la pregunta porque no sabía mi nombre. Y yo tampoco el suyo.
El brillo del piercing en su nariz me distrajo y me di cuenta que sus facciones eran hermosas. Su cabello parecía suave y hasta me podía imaginar acariciándolo. Él sonrió. Una sonrisa grande, con unos dientes blancos perfectos, y no, su aliento no desprendía olor a alcohol, sino que a menta.
Tragué saliva porque me estaba dando cuenta que parecía una completa estupida mirándolo tanto.
¿Desde cuándo me olvido lo que la gente me pregunta 5 segundos después?
Sentía que Jc me había contagiado un poco su estado de ebriedad.
-Noa- el rubio me miró sin entender -Mi nombre- inspeccionó mi cara y yo estaba rezando para no tener nada raro en ella.
-¿Noa?- asentí. Volvió a mirarme unos segundos y levantó su mano.
Sus dedos rozaron el costado de mi cara y cuando creí que él iba a hacer un movimiento de otro tipo, acomodó mis lentes en el puente de mi nariz. Me había olvidado de ellos, una vez más.
Aclaré mi garganta -Gracias-
-Kian- dijo y volvió a retomar su camino por el pasillo.
Kian. El nombre resonaba en mi cerebro, pensando cuando iba a ser mi oportunidad de saborear el nombre entre los labios.
Yo quería seguir hablando con él, pero eso sería completamente extraño, porque prácticamente lo odie cuando llegué a la casa. Así que lo deje ir.
-Puedes usar mi habitación por hoy. Yo voy con la de Jc- cuando me di cuenta él estaba mirándome. Tiró una llave y la atrapé en el aire -El estúpido no la cierra en las fiestas. Es la puerta negra- señaló.
No podía hablar. Me había convertido en una clase de persona autista.
¿Él me estaba prestando su habitación después de todo?
Aclaré mi garganta y le agradecí por lo bajo, esperando que me haya escuchado antes de desaparecer por unas escaleras.
Le dí una última mirada a Jc, para comprobar si todavía respiraba y cuando vi que lo hacía me apresure a meterme en la habitación del rubio.
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"Pinky promise?" | Kian Lawley.
FanfictionTemporada 1 Terminada. Todos los derechos reservados a likethewonderland©.