Capítulo Treinta

22.9K 1.2K 901
                                    




Capítulo dedicado a todos las lectoras que me han acompañado hasta hoy en la historia. Muchas gracias por acompañarme estos meses, leeros la nota de autora que es importante...
Os loveo, inmaduras 🧡🥺


(Canción: Antes De Los Veinte de Morat )

<< 30 >>



Apago la alarma por cuarta vez consecutiva, maldiciendo mentalmente a la Esther del pasado por decidir que hacer esto sería un gesto bonito por su diecinueve cumpleaños.

Lo es.

Aunque eso no quita que perder mis preciadas horas de sueño no me duelan en el proceso.

Al menos al mirar por la ventana, no parece que sea tan temprano.

El cielo está despejado de nubes y sopla una suave brisa que mece las delgadas ramas de los árboles repartidos a lo largo de la avenida, pero sin llegar a ser brusco como había sido durante casi toda esta semana.

Mis horas de estudio han agradecido el mal tiempo, porque de esa manera podía distraerme menos y centrarme más en los exámenes que vienen, que no son pocos, sobre todo en el de historia —en el que mi aprobado pende de un hilo cada vez más delgado—.

«No pienses en eso ahora», me recrimino a mí misma.

Guardo el regalo en una bolsa de cartón, dejándola a un lado en la habitación junto a la ropa que me pondré esta noche para la cena antes de salir con cuidado, intentando hacer el menor ruido posible. Ante el leve crujido de la puerta soy capaz de escuchar el correteo de cuatro patas de Boots recorriendo toda la parte de arriba antes de descender por las escaleras directo hacia mí.

Al llegar, sacude la cola de un lado al otro, sacando la lengua.

—Buenos días para ti también —murmuro, divertida, rascándole la cabeza.

Con Boots siguiéndome muy de cerca, subo las escaleras hacia la segunda planta con más lentitud que antes, si eso es posible.

El plan, originalmente, era acercarme a la habitación de Ryu y despertarlo para desearle un feliz cumpleaños por mi cuenta. Sin embargo, al cruzar por delante de las puertas de Kairi y Nara, suena incluso más divertido tener a un crío de doce y a una niña de cinco gritando conmigo.

Ante la oscuridad del pasillo, no me molesto en reprimir la sonrisa antes de acercarme a la habitación de Kairi.

Doy un par de golpes sobre la puerta a la vez que la entreabro. Una bola de edredón se remueve ante el sonido antes de desaparecer de mi vista para dejar a un despelucado Kairi, frotándose los ojos, mirándome.

—¿Qué haces aquí? —pregunta con voz somnolienta.

—¿Quieres ser el primero en felicitar a tu hermano? —cuestiono de vuelta, alzando una ceja.

Mi pregunta lo espabila de golpe. Se quita el edredón de un solo movimiento a la vez que se baja de la cama caminando con paso rápido hasta llegar a la puerta.

—¿Vamos a despertar a Nara también?

—Sería lo justo, ¿no?

Durante varios segundos se queda en silencio, meditándolo.

—Pues sí —dice, encogiéndose de hombros.

No me deja añadir nada más antes de abrir la puerta de su hermana pequeña de par en par, acercándose hasta su cama para empezar a zarandearla. Nara, la pobre, suelta un gruñido molesta e intenta liberarse del agarre de su hermano, pero se queda en un triste intento. Cuando entreveo que la molestia va a desembocar en un llanto, decido intervenir.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora