Capítulo Cuarenta y Uno

6.2K 599 276
                                    


(Canción: Out of Love de Alessia Cara)

<< 41 >>

Después de la tarde en el puerto de Dan Laoghaire he intentado no darle demasiadas vueltas a lo qué pasará el treinta de este mes.

Me he propuesto centrarme en metas más pequeñas y a corto plazo para no echarme a llorar cada rato posible.

Aunque una cosa es la intención y otra es muy distinta lo que realmente ocurre.

Esta semana terminamos por fin los exámenes, así que tampoco he tenido mucho tiempo para comerme la cabeza. También ha sido la excusa perfecta para poder evitar cenar con los Kimura cada vez que he tenido ocasión. Si no eran los exámenes, eran Saoirse o Kieran.

En estos días, no sé qué habría hecho sin ellos.

Saoirse ha venido cada día que ha podido a ayudarme a empacar las cosas, descolgar las fotos, poner lavadoras y preparar las maletas porque decida lo que decida tendría que irme de mi habitación.

Porque después de todo este tiempo, es mía.

Se me hace raro no ver la cama vacía con un centenar de cosas encima, la bola de ropa sucia junto al escritorio, las fotos medio a despegar de la pared, las pequeñas luces colgadas sobre los cuadros de Helen, los cajones vacíos y cerrados cuando normalmente estaban llenos de ropa y medio abiertos, las perchas colgando desnudas, la mesa despejada y el espejo sin pegatinas.

Ayer, en lugar de venir Saoirse, se acercó Kieran para apilar las últimas cajas junto a las escaleras, listas para lo que sea que se avecine.

Mientras yo me peleo con la cinta adhesiva, me fijo en que Kieran se sienta sobre la cama vacía y desvestida, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño, con la mirada clavada en mí.

—¿Qué? —pregunto, al terminar, apartándome el dichoso mechón de delante.

Niega con la cabeza, resoplando.

—Venga, Kieran. Di lo que estás pensando.

—Se me hará raro no venir aquí —confiesa con un hilo de voz—. Ya se me está haciendo raro al pensarlo.

Paseo la mirada alrededor de la habitación, contemplando sus palabras.

—Está muy... vacía, ¿no?

Al centrar mi atención de nuevo en él, asiente con la cabeza dándome la razón.

—Pero no es eso solo lo que querías decir, ¿verdad?

Se limita a negar con la cabeza.

Arrastro la caja lejos de mí, dejando la cinta sobre ella y me siento junto a mi mejor amigo, dándole un pequeño codazo, sonriéndole. Sin embargo, cuando sigue con esa actitud nostálgica, la sonrisa tambalea un poco.

—¿Sigues sin saber nada? —pregunta con cierto deje ansioso.

—Todavía nada.

Eso es otra cosa a la que tampoco he querido dar demasiadas vueltas.

—Seguro que entras —asegura, dándome un pequeño apretón en el brazo.

Esta vez, soy yo quien no dice nada y se limita a asentir con la cabeza.

La tía Esme suele decir que aquello que no somos capaces de controlar, no vale la pena que pensemos en ello.

Claro que es mucho más sencillo la teoría que la práctica.

Porque estoy todo el puñetero día con eso en la mente.

Apoyo la cabeza sobre su hombro, con la vista pérdida en la pared blanca, permitiendo por un diminuto instante recrearme en el futuro y en la posibilidad que se abriría frente a mí si Kieran estuviera en lo cierto.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora