Capítulo Treinta y Nueve

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(Canción: Car's Outside de James Arthur)

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Marta me mira indignada cuando se me escapa la risa por su cara de sorpresa.

—¿Qué? —pregunta, enfurruñada—. No he hecho nada malo.

—Aún —apostilla María, centrando su atención de nuevo en el yogur helado.

Esta mañana le daban los resultados a Enzo y sabía que mis padres no querían dejarme sola, pero tampoco iban a obligarme a ir al hospital en un momento tan tenso porque sin que Evelyn y yo les hubiéramos dicho nada sobre mi espectáculo vomitivo en la entrada del hospital, algo sospechaban.

Tampoco quería obligar a uno de los dos a quedarse conmigo en casa, cuando sé que ambos querían estar allí, ya no solo para apoyar a mi hermano sino para apoyar al otro.

Así que he terminado en una heladería con mis amigas junto al paseo marítimo, escuchando cada una de las anécdotas que me he perdido durante mi tiempo en Irlanda.

Hasta que ha llegado el momento de contar las mías.

Marta entrecierra los ojos, molesta, ignorando a María antes de volver a señalarme la pantalla del móvil con el dedo.

—¿Cómo decías que se llamaba? —cuestiona, curiosa.

Vuelvo a encender el teléfono, dejando que la foto que tengo de fondo de pantalla aparezca.

Si alguno de ellos descubriera que la tengo, se armaría la Tercera Guerra Mundial porque todos salimos fatal. Yo incluida. Y es por eso mismo que me gusta tanto.

No sé cómo lo logró el turista, pero capturó la esencia de nuestro grupo con tan solo un clic.

Estamos en el picnic que improvisamos a los pies del castillo, minutos antes de que comenzara a llover. El día nublado estropea un poco la foto debido a la luz, pero aún así se ha convertido en una de mis favoritas de estos meses.

La primera siempre será la del banco en medio de Phoenix Park.

Aunque no es algo que Ryu necesite saber.

En el fondo, están Kieran y Javi haciendo tonterías con los picos de pan que trajimos para el hummus. Kai los juzga de soslayo con la mirada mientras que Bri, a su lado, intenta disimular con muy poco esfuerzo que se está riendo de ellos. Saoirse está sonrojada, señalándolos, enfadada por estar estropeando la foto y Pheebs intenta tranquilizarla lo mejor posible, aunque reírse a la vez que lo hace no fuera su mejor estrategia. Ryu parece inmerso en su propio mundo, mirando hacia abajo —a mí— y yo tengo el ceño fruncido sin entender absolutamente nada. Como siempre.

—¿Cuál?

—Ese de ahí —repite, señalando a uno de los intentos de morsa.

—Has señalado al único español del grupo —comento, conteniendo lo mejor posible la nueva carcajada—. Increíble.

Chasquea la lengua, irritada, apartando los ojos del teléfono para lanzarme una de sus miradas asesinas.

—He señalado al único con pinta de soltero —corrige.

—Pues a mí me parece más guapo el de al lado —interviene María, estirando el cuello para poder ver la foto mejor.

—Tú no puedes opinar... —Le hace un gesto con la mano, echándola de la conversación—. Tienes pareja.

María reprime sin mucho esfuerzo la sonrisa al escucharla.

—Sigo teniendo ojos en la cara, ¿sabes?

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora