Capítulo Once (II)

25.5K 1.8K 2.4K
                                    

Capítulo dedicado a SoyDiios porque estás más enculada que Esther y Ryu juntos jeje 👁👄👁✌

(Canción: Dumb Love de Mimi Webb)

<< 11 >>

Miro por encima de mi hombro, encontrándome a Ryu apoyado en el respaldo del sofá, con sus ojos clavados sobre mí.

Sin darle las gracias me acerco al armario que ha indicado y, efectivamente, hay una especie de caja de plástico gigante, muy parecida a las que hay en los cines de cartón, y vierto las palomitas en ella. Tiro la bolsa con los restos de palomitas no hechas o quemadas. Nara me hace gestos con las manos para que se la entregue y aunque no tengo todas conmigo, termino por entregársela.

Paso una bayeta por la encimera, retirando restos de comida. Por el rabillo del ojo me fijo en como Ryu se agacha a besar a Nara en la frente y como ella sonríe satisfecha ante la atención de su hermano.

Saoirse le da un golpe en el hombro, estirándose hacia atrás antes de centrar de nuevo su atención en la película de animales de dibujos animados.

Entonces, solo quedo yo.

Me apoyo sobre la isla, cruzándome de brazos cuando él me mira de pies a cabeza. Yo hago lo mismo, intentando no dejarme intimidar.

Una bolsa negra está junto a sus pies descalzos, sus piernas tienen varias manchas repartidas de barro, que al ascender van disminuyendo de manera imperceptible.

El uniforme que le vi hace unas horas ya no está limpio, sino que tiene manchas de color verdes y marrones, haciendo que el color negro se vea más oscuro y el azul claro casi grisáceo.

Los brazos también están manchados y el tatuaje de dragón se deja entrever por debajo de la manga corta.

Varios mechones se le pegan a la frente por el sudor y tiene marcas de suciedad alrededor de sus mejillas.

Sonríe con arrogancia ante mi escrutinio y yo le enseño del dedo corazón de la forma más sutil posible.

—Tienes una mancha aquí —señalo en mi mejilla, donde se encontraría en la suya.

—¿Dónde? —pregunta, acercándose a mí.

Vale, eso no era lo que pretendía.

Aun así, no me dejo amedrentar.

—Aquí —repito, señalando el mismo lugar.

Él imita mi gesto y se señala la mejilla contraria, sin dejar de sonreír.

—¿Aquí? —cuestiona, a tan solo un metro de mí.

Niego con la cabeza.

El muy idiota amplía su sonrisa ante mi mutismo y yo tengo ganas de meterme cabezazos contra la encimera.

—Es en la otra —digo casi susurrando.

Ryu se señala la otra mejilla, a escasos centímetros de mí. Si respirase un poco más fuerte de la cuenta, su aliento chocaría contra mis labios.

Él lo sabe.

El muy engreído es consciente de ello.

Noto los latidos acelerados de mi corazón retumbando en mis oídos con fuerza, cuánto más cerca está su rostro del mío. Me fijo en que estira un brazo y me tenso de pies a cabeza al pensar que es para retirarme un mechón, o ahuecarme la cara, o rodearme la cintura.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora