Capítulo Ventisiete

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Capítulo dedicado a lacanciondeapolo esta es tu señal para ponerte al día. Nada más que decir. PONTE AL DÍA. O... lee esto y luego retrocedes *guiño guiño*. Y si estás solo mejor, que estos acaban on fire aunque estén en la ducha jiji 🌚🔥

Feliz cumpleaños adelantado a ryucomeme (fan del nombre, ya te lo dije) <3


(Canción: Addicted de JON VINYL)

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Lo mato.

Es lo primero que pienso al entrar en casa.

Al escuchar el sonido de la ducha en la planta de arriba, voy directa hacia las escaleras maldiciéndolo en todos los idiomas que sé: español e inglés.

Creo que no he dicho tantas palabrotas tan de seguido.

Sé que tengo por lo menos veinte minutos a solas antes de que aparezca Helen con Kairi y Nara del colegio y sé que Kenji ha llevado a Boots al veterinario.

Tengo el tiempo suficiente para asesinarlo y luego enterrar el cuerpo en el jardín trasero.

No me molesto en avisar de mi presencia al entrar en su habitación que se encuentra parcialmente a oscuras salvo por los débiles rayos de sol que se cuelan a través de la cortina echada. Cierro la puerta detrás de mí con la mayor suavidad posible y camino, rodeando su cama, hasta llegar a la siguiente puerta.

Al igual que antes, no me molesto en llamar y la abro de golpe.

Él muy gilipollas ni se inmuta y simplemente se limita a cerrar el grifo, antes de abrir un poco la cortina parar mirarme.

Tiene el pelo apelmazado por culpa del agua y varias gotas recorren su rostro, dibujando el recorrido de sus cejas, la línea recta de su nariz, deslizándose por su mandíbula hacia su cuello y muriendo en sus labios cuando se los relame antes de sonreír.

Trago saliva, parpadeando un par de veces.

«Esther, concéntrate», me recrimino a mí misma.

—¿Qué haces aquí?

—¿Qué haces tú aquí? —pregunto de vuelta, señalándolo.

Ryu frunce el ceño antes de enarcar un ceja.

—¿Ducharme?

—Gracias por la aclaración, Kimura —refunfuño—. Me refiero qué haces aquí.

Eso parece confundirlo aún más.

—Es... ¿mi casa? —duda momentáneamente.

Me paso una mano por la cara, frustrada y más de malhumor me pongo cuando escucho su estúpida risa.

—¿Vienes a hacerme compañía? —cuestiona, abriendo un poco más la cortina a modo de invitación silenciosa.

—No, gracias.

—¿Segura?

—Segurísima —mascullo.

Se encoge de hombro en respuesta y corre la cortina de nuevo. Oigo que abre el grifo y empieza a ducharse.

En dos zancadas rápidas me planto delante de la ducha cubierta por la cortina y cuelo la mano en su interior, cortando el flujo del agua.

—¡Oye! —se queja. Desliza la cortina hasta hacerse visible de nuevo ante mis ojos—. Si no quieres ducharte conmigo, al menos déjame ducharme a solas.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora