Capítulo Siete

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Capítulo dedicado azuul_goluc siempre será un placer hacerte caer por mis personajes 😏💙

(Canción: Achilles Heel de J. Maya)

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Una vocecita aguda se cuela en la bruma de mi sueño.

Gruño en respuesta y me subo el edredón hasta cubrirme la cabeza.

Sin embargo, la vocecita aguda vuelve a sonar, más cerca que antes.

Estoy a punto de gruñir de nuevo cuando siento una mano muy pequeñita sobre mi hombro.

—Esther —susurra con voz infantil.

Parpadeo un par de veces, encontrándome con Nara muy cerca de mi cara. Tiene el pelo recogido en dos coletas pequeñas que ya están hechas un verdadero desastre, una estando más caída que la otra. Esta vez lleva una camiseta con varios superhéroes en ella y un pantalón gris de chándal. Sus ojos se abren mucho cuando se da cuenta de que ya estoy despierta.

—Mamá ha hecho tortitas —dice y sonríe mostrando su boquita desdentada.

—Sabemos que no podemos estar en esta parte de la casa porque es tuya —dice una voz menos infantil a mis espaldas.

Hago el amago de levantarme, pero al darme cuenta de que solo llevo unas bragas y una camiseta, me siento sobre la cama y subo las sábanas lo suficiente para que me cubran. Desvío mi atención de Nara, para centrarla en Kairi, que está apoyado en la puerta entreabierta, observándome tímidamente. Cuando mis ojos se posan en él soy capaz de entrever un ligero sonrojo.

—Pero si no te levantas ya, lo más probable es que Ryu se las acabe.

—Ahora voy. Gracias, Kairi.

Kairi asiente con la cabeza, pero se queda en la puerta, esperando a su hermana, supongo.

—¿De qué los quieres? —me pregunta Nara, captando mi atención de nuevo.

Me quedo un par de segundos en silencio, haciendo como que pienso en las mil posibilidades que hay cuando, en realidad, solo hay una para mí.

—¿Hay chocolate? —cuestiono en un susurro.

—Creo que sí —susurra ella de vuelta—. Voy a mirar.

Asiento en respuesta, viendo como arrastra a su hermano hacia el pasillo, dejándome de nuevo en la soledad de mi habitación.

O eso creía.

—Buenos días —saluda una voz grave y sé perfectamente que es él—. ¿Me has echado de menos esta noche?

Vuelvo a gruñir y le lanzo el pequeño cojín que hay en el suelo junto a mi cama.

Y así es como de los tres hermanos, solo uno de ellos sufre un lanzamiento de cojín en toda la cara. O esa era, al menos, mi intención, porque el muy idiota tiene unos estúpidos muy buenos reflejos y veo cómo consigue atraparlo al vuelo antes de que se estrelle contra él.

—¿He mencionado ya tu pésima puntería?

Hundo la cara en la almohada, siendo capaz de oír como se carcajea a mis espaldas.

Me levanto de la cama, enrollando el edredón alrededor de mi cadera y ando por la habitación hasta llegar a la maleta, bajo la atenta mirada de Ryu.

—¿Qué?

—¿Qué haces?

—¿Qué hago de qué?

Él, en respuesta, me señala de pies a cabeza.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora