Capítulo Treinta y Tres

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Capítulo dedicado a byneees, ¿en qué momento te has leído mi tiempo de casi diez meses en un día? ¿Te parece bonito? Porque a mí me parece precioso. No sabes la ilusión que me hizo encontrarme con tu comentario en el capítulo anterior y supe que necesitaba dedicarte el siguiente 🥹✨

Feliz cumpleaños a lapolla_deharvet <3


(Canción: Electric Love de BORNS)

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Ante el pitido incesante del microondas, le doy un pequeño codazo a Ryu para captar su atención. A regañadientes, despega los ojos de la película y me mira de malas formas, enarcando una ceja.

—Ya se han hecho las palomitas —me justifico, dejando que el sonido del microondas sea respuesta más que suficiente.

—¿No puedes ir tú? —cuestiona, alzando la otra ceja.

Estiro la manta todo lo que puedo en mi dirección hasta que lo único visible de mi cuerpo sea la cara y hago un pequeño puchero lastimero. Él, en consecuencia, entrecierra los ojos, ligeramente divertido y se acurruca más cerca de mí.

—Es que hace frío —digo, acomodándome bajo la tela.

—¿Y a mí el frío no me afecta?

—Tú estás en manga corta —señalo, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a las mangas cortas.

—Es abril —alega, mirándome como si la que tuviera el problema fuera yo y no él.

Sí, estamos en abril.

Pero es como si estuviéramos en el febrero malagueño y me estoy muriendo del frío al menos cinco días de los siete que tiene la semana. Tenía la esperanza que los pocos rayos de sol que se habían dejado ver los últimos días fueran a hacerse permanentes a partir de ahora, pero no podía haber estado más equivocada.

Como bien me advirtió Saoirse hace muchísimos meses, en Irlanda siempre llueve.

No importa la estación en la que nos encontremos.

—Por favor —le pido, parpadeando varias veces.

Suelta un gruñido, a medio camino de la molestia y la diversión a la vez que se levanta del sofá, no sin destaparme en el proceso, el muy idiota.

—¡Qué maduro! —grito sin dirigirle la mirada, abrigándome rápidamente con la manta de nuevo hasta la coronilla.

—Ha sido sin querer —se defiende, aunque está lejos de sonar arrepentido.

Hi sidi sin quirir —lo imito por lo bajo.

Lo escucho reírse a mis espaldas a la vez que se acerca hasta acabar sentado de nuevo en el sofá. Deja el bol rebosante de palomitas sobre la mesa de café e inicia la película por el punto en el que nos quedamos.

Un triste minuto es lo único que soy capaz de aguantar separada de él antes de acortar la distancia entre los dos, de la manera más disimulada posible, hasta poder apoyar la cabeza sobre su hombro, dejando que su calor me rodee a la vez que pasa un brazo alrededor de mi cintura.

—Es por el calor —refunfuño—. Si estuviéramos en Málaga no te tocaría ni con un palo.

Elevo levemente la cabeza para mirarlo de reojo y me encuentro con que está sonriendo, observándome de vuelta.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora