Capítulo Cuarenta y Dos

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(Canción: Naked de James Arthur)

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Hoy es la graduación.

Hoy, según Saoirse, es el inicio del final.

Y, a su vez, el comienzo de algo mejor.

Al menos, eso espero.

Durante años el cierre de una etapa siempre se ha celebrado porque suponemos que lo que vendrá será proporcionalmente más bueno de lo que teníamos antes.

Durante años, hemos vivido a base de eso, a base de que lo que venga a continuación será una mejora de lo anterior. Que siempre que avancemos será para bien.

Ahora mismo, lo pongo en duda.

Ahora mismo, me gustaría retroceder un par de semanas.

Vuelvo a leer la primera frase. Las palabras empiezan a convertirse en pequeños puntos que, con el paso de los segundos se van juntando hasta convertirse en un renglón de tinta imposible de leer. Parpadeo un par de veces y suelto todo el aire de golpe, recordándome a mí misma que no puede ser tan difícil.

«No debería serlo», me aseguro mentalmente.

Aunque ni siquiera mi subconsciente es capaz de calmar el manojo de nervios que soy.

Al bajar de nuevo la mirada al folio arrugado, no hay ninguna diferencia.

Todas y cada unas de las frases que dejé grabadas en la hoja ayer en la madrugada no han servido para absolutamente nada.

Genial.

Vuelvo a respirar profundamente, siguiendo cada uno de los pasos que me dio la psicóloga hace varios meses atrás y cuando los nervios parecen un pelín más calmados, doblo el folio y lo guardo en el pequeño bolso.

¿Cómo decía mi madre?, ¿Que las cosas improvisadas salían mejor?

Algo así era.

Basada en su teoría, algo que está improvisado nunca puede salir mal porque no hay ningún tipo de expectación.

Pues es hora de improvisar.

De golpe, después de haber esperado varios segundos tras tocar el timbre, la puerta se abre.

Doy un traspié casi de manera inconsciente cuando aparece en mi campo de visión.

Retiro lo dicho.

No sé improvisar.

No puedo improvisar.

No...

—Esther, ¿qué...?

Sin embargo, su pregunta muere en el segundo en que baja la mirada al vestido.

Al final, después de varios días de persecución por parte de una pelirroja muy persuasiva terminé por decidirme y compré el vestido. También me animé a ir al baile, a pesar de no tener pareja y alenté a Kieran a que dejara de usarme como excusa para no dar el paso y fuera con la chica que le gusta.

No se molesta en disimular el repaso descarado que me da.

Tampoco se da prisa al recorrerme de pies a cabeza al igual que si fuera una aparición mágica que en el momento en que apartara los ojos de ella, desaparecería de su vista.

Al terminar su escrutinio, nuestras miradas se cruzan y frunce ligeramente el ceño.

—¿Qué haces aquí? —cuestiona con la sorpresa intacta en su voz.

Un inesperado amor | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora