Extra 3: Aslan Schmidt

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Cinco años después...

Blake

Llegué a casa luego de estar en la empresa toda la mañana.

Pude escuchar la risa contagiosa de Aslan y los gritos de Abby, inmediatamente una risita se me escapó, algo había hecho mi pequeño travieso.

- ¡Papi! ¡Papi!- gritó corriendo hasta mí.

Lo tomé en brazos y sonreí, no sabía que había hecho pero sin duda mi lucecita estaba enfadada, cuando Aslan hacía algo solía recurrir a mí para que lo salvase del castigo.

- ¡ASLAN SCHMIDT ROSTOV!

Miré a Aslan con severidad, cosa que no solía pasar muy seguido, instantáneamente sus ojitos se aguaron y juro que intenté ser lo más fuerte pero no pude y terminé abrazandolo y dejando un beso en su frentecita.

- ¿Qué hiciste para que mamá se ponga así, leoncito?- pregunté mientras comenzaba a avanzar hacia el comedor.

- Mamá quiere poner esa cosa en mi cabeza y no quiero.

Suspiré, mirando la maraña de pelos de mi hijo, tenia algunas ondulaciones que siempre hacían renegar a Abby así que decidió comprar una crema especial para eso, cosa que no le agradó en lo absoluto a él.

Escuché pasos mire hacia el frente notando como Aslan se oculta en mi cuello.

- Hola, mi amor...- hablé acercándome a ella.

Tenía la crema para Aslan en una de sus manos y su gesto mostraba molestia, muy pocas veces veía enojada a Abby por lo que supuse que Aslan había hecho otra cosa además de lo que me dijo.

- Hola osito- besó mis labios y miró a nuestro hijo cruzándose de brazos.

- Aslan- hablé en tono serio.

Lo bajé hasta el piso y nos miró con sus expresivos ojos, Abby no dejaba de mirarlo con enfado, supuse que la situación era algo grave.

- ¿Qué fue lo que hizo?- pregunté mirando a mi esposa.

- Anda Aslan, dile a papá lo que has hecho- se cruzó de brazos.

Mi leoncito se retorció los dedos e hizo su ya conocido puchero, el cual nos indicaba que iba a llorar en cualquier momento.

- Pinte en los cuadros de mami...- susurró soltando lágrimas- Perdón mami, solo quería ayudarte para que no estuvieras cansada.

Hice una mueca y miré a mi esposa, la cual se había enternecido con la explicación y el puchero de mi hijo, ese niño nos dominaba por completo y eso que tenia apenas cuatro años.

Mi lucecita no soportó demasiado estar enojada con él y terminó cargandolo para que no llorase.

- ¿Me prometes que no lo vuelves a hacer?

Asintió mirándome.

- Si, papi, lo siento...

Abby besó su mejilla y nos encaminamos todos hasta la sala ocupando los sillones.

- Debes entender que es el trabajo de mami y que no puedo arruinarlo ¿sí?

Asintió.

- Bueno ahora a peinar esa maraña- le dije sacudiendo su cabello.

Bufó.

- No me gusta peinarme, papá...

Miré a Abby y ella suspiró con cansancio, siempre era el mismo berrinche por su cabello.

Luz de mi oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora