28.

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Capítulo 28.

Aria

Atenas, Grecia.

Es demasiado doloroso volver a estar en casa, es como si el tiempo nada más se hubiera detenido por un par de meses para luego volver a reanudarse.
No existe un lugar de esta casa que no me recuerde a ellos, a mis padres. Mientras avanzo hasta su habitación puedo incluso llegar a imaginar que los veré, sonrientes y felices como solían serlo.
Una lágrima cae por mi mejilla cuando sus fragancias inundan mis fosas nasales. Aquí todavía huele a ellos, aquí el tiempo continúa detenido.
Las mismas sábanas, el mismo edredón, las mismas almohadas aterciopeladas, nada es diferente. Camino más al interior, al closet que ambos compartían porque jamás quisieron uno separado. Los perfumes, las joyas, algunos obsequios que recibieron en eventos importantes, todo está aquí intacto, en su lugar.

-Todo sigue igual —Murmura Elizabeth detrás de mí.

Dándome la vuelta y con lágrimas derramándose por mis mejillas asiento.

-Dios mío Eli ¿Qué voy hacer? —Pregunto limpiándome las lagrimas, pero caen como ríos —¿Como puedo seguir adelante? ¿Como podré deshacerme de sus cosas? Esto duele demasiado.

Sus ojos se cristalizan y el dolor atraviesa su mirada mientras viene a mi lado y me abraza. Ambas lloramos, porque los amamos y no podemos soportar vivir sin ellos. Esta casa está llena de recuerdos, jamás podré sanar.
Elizabeth me consuela, pero incluso ella sabe que no existen palabras que puedan aliviar el dolor que siento al perder a mis padres y la tristeza que siente mi corazón al saber que todas sus cosas serán subastadas.
¿Así es como funciona la vida? Naces, creces, te reproduces y mueres... Te vuelves polvo y te conviertes en nada.
Las riquezas no importan, todo queda allí porque no puedes arrastrar nada contigo.

-Así es como ellos querían que fuera, Aria. Está estipulado en su testamento —Habla ella, guiándome hasta la cama y sentándonos —Puedes leerlo por ti misma. Querían que en caso de fallecer, algunas de sus posesiones fueran subastadas y las ganancias entregadas a centros de caridad. Lo demás, es tuyo.

-Está bien.

Ella me observa y entre lágrimas me sonríe con cariño.

-Estas tan bonita, más bronceada.

Sonrío.

-Paso mucho tiempo al aire libre —Le cuento mientras sus ojos caen en mis manos.

-Éire te regañaría por traer las manos así.

-Mamá tenía una obsesión con las manos limpias, le hacía honor a su profesión —Sonreímos —Al principio, me limpiaba mucho, pero pasar tanto tiempo en el invernadero daño mis manos y la tierra entre mis uñas es imposible de eliminar.

-Si quieres, puedo llamar a Damián, él estará encantado de volver a verte y resolver el caos en tus uñas.

-No es necesario —Sonrío —De todos modos, volverán a estar igual cuando vuelva a Irlanda.

Ella me observa con pesar, como si fuera algo terrible que mis uñas estén dañadas.

-Aria, espero que el año termine pronto —Dice acariciándome el cabello —Incluso tus labios están un poco agrietados —Añade con nuevas lágrimas acumulándose en sus ojos —Por favor, cuídate mi niña linda.

𝐄𝐅Í𝐌𝐄𝐑𝐎 - 𝐍𝐇 𝐁𝐘 𝐍𝐀𝐓𝐇 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora