33.

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Capítulo 33.

Aria


Nuestro plan se ve frustrado cuando noto a los paparazzis cerca de la playa, con sus cámaras apuntando en nuestra dirección y haciéndome volver a la realidad.
Lo que iba a ocurrir en esa habitación de hotel era una locura, una locura que se sentía bien mientras estaba envuelta en la burbuja de los Horan, pero ahora todo se siente mal, se siente diferente y ya no lo deseo.
Niall y James también notan a los hombres e imitándome toman sus pertenencias y nos alejamos hasta el aparcamiento.

-Aria... —

-James, ahora no —Le pido mientras me escondo en los asientos traseros del bugatti.

Niall se sienta a mí lado y aunque anhelo sus manos sobre mí, necesito un poco de espacio. No puedo culparlos, yo también lo quería, pero no está bien, me prometí que esto se acabaría pero soy demasiado débil cuando ellos se ponen de acuerdo para hacerme caer en sus juegos.
Nuestro retorno es un poco amargo, sobre todo porque no dejo de pensar en las fotografías que saldrán a la luz y el titular amarillista que acompañará en la portada de alguna revista.

Cuando James aparca el bugatti, escapo de ambos. Me meto dentro de mi habitación y me quedo bajo las sábanas hasta que anochece. Esquivar las cosas nunca ha sido parte de mí, es por eso que me levanto y los busco, pero en el camino me cruzo con el despacho de papá y sin pensármelo, entro y cierro detrás de mí.
El olor de su perfume inunda mis fosas nasales y el deseo de llorar y derrumbarme me atraviesa.
Sentándome en su silla detrás del escritorio, encuentro sus últimos escritos, los cuales serían publicados en septiembre.

"Nací el 1 de enero del verano,
en la primavera de los dientes del invierno,
cuando el otoño guardaba su ropa.
Nací apartando la tristeza con la mano,
pero no me llegaba con la fuerza
así que se quedó a mi lado hasta los 20.
Cuando eres niño la vida es un acontecimiento.
Cuando eres niño y no te quieres,
el mundo se vuelve pared.
Y la vida un pedazo calcado del invierno.
Ahora he crecido,
y el niño que fui aún sigue presente
en cada una de las arrugas de mi rostro,
asoma la cabeza cuando sonrío
y se asombra cada vez que una persona
realiza un acto bello.
Sé que ese niño sufrió,
que he curado muchas de sus heridas,
y que ese niño no debería volver
porque el adulto es más feliz y
menos frágil.
Pero algunas tardes lo echo de menos
y entonces me gustaría hablarle
y decirle que me perdone
por no haberle querido algunas veces
y no haberle podido rescatar de aquella infancia
de pies planos
y calles opuestas.
Ahora aquel niño es este hombre.
Cuando hables conmigo,
si puede ser, míralo con ternura
que ya no está pero por algún lugar
aún sigue triste
y le vendría bien todo la calidez
que a aquellos días les faltaba"

Dejo los escritos en su lugar mientras las lágrimas se derraman por mis mejillas. Lágrimas tras lágrimas, todas desbordándose por mi rostro.
Lentamente me acerco al escritorio y dejo caer mi mejilla contra la madera pulida, deseando poder sentir tan solo una caricia suya en mi cabello. Una sola caricia que me haga sentir que la vida me deparará cosas buenas.
Él siempre tenía una sonrisa y un buen consejo para mí cuando sentía que todo perdía el sentido. Hija de padres ricos, que no sabe lo que es pasar hambre y no debe preocuparse por llegar a fin de mes ¿Qué clase de problemas podría tener?

Quizás no muchos, pero conoce la soledad. Y no es menor sentirse solo en una vida de lujos, sentir que los amigos no existen y que las relaciones de amor no son reales... es deprimente. El dinero no podrá llenar jamás esos vacíos, porque todo lo que tienes no puedes compartirlo con nadie.
Aveces, las personas con más dinero en el mundo son las que más solas pueden llegar a sentirse, porque al final del día, cuando te metes bajo las sábanas y te encuentras en completa soledad, te das cuenta que todo lo que posees no es más que un cifra. Un número insignificante que no llena un corazón roto.


𝐄𝐅Í𝐌𝐄𝐑𝐎 - 𝐍𝐇 𝐁𝐘 𝐍𝐀𝐓𝐇 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora