36.

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Capítulo 36.

Niall.

Tornado deambula entre los árboles del bosque mientras camino hacia el lago por el sendero. Todo a mi paso es exuberante, la vegetación, las plantas silvestres que crecen de manera descontrolada, las setas inofensivas, el musgo que se adhiere a las partes húmedas de la tierra y el moho verde viscoso en los árboles más ancianos.
Sí bien la primavera no es mi estación favorita, puedo soportarla por mi caballo, quién adora el clima cálido y el sol brillante. Su trote suave continúa, adentrándose en las profundidades del bosque, donde el olor del pino, la hierba arrancada de raíz, la amalgama de olores florales y el mismísimo moho se vuelve más espeso.

Dando un silbido, él se tiene y luego viene a mi lado, con pasos lentos entre la maleza. Es mi manera de hacerle saber que esta yendo demasiado lejos.
Alcanzando las cuerdas, lo guio por el sendero hasta las rocas. Nunca vengo al lago, desde que la tragedia llegó a mi vida evito este lugar, para los demás parecerá increíble y con un paisaje maravilloso, para mí no lo es.
Pero Tornado necesita un baño y yo despejar mi mente de los últimos acontecimientos vividos en Grecia, donde todo fue demasiado abrumador para mí.

El río está en calma y tornado se acerca para beber el agua fresca. Mientras tanto, busco en el morral el shampoo y el cepillo que utilizaré para sacar la suciedad.
Durante un momento lo observo y deslizo mi mano por la parte trasera, y llevando el cepillo hacia su abundante cola, noto un detalle que me detiene en seco. Una pequeña trenza con un listón amarillo cuelga de él y sonrío. No tengo que adivinar quién lo hizo, simplemente lo sé. Vagamente me preguntó si Trueno, el caballo de mi hermano tendrá uno igual.

Podría quedarme toda la tarde observando este detalle, imaginando sus delgados y blanquecinos dedos trenzando con cuidado y susurrando palabras de tranquilidad para mi caballo... Pero mi pecho desnudo es bañado por una capa de sudor y no quiero obtener una insolación, así que vuelvo al arduo trabajo de deshacerme del lodo y polvo acomulado en Tornado, mi ausencia en él es palpable.
Durante la media hora siguiente lo limpio, y él disfruta al máximo de mis atenciones. Lo eche de menos y sé que él también a mí.

Al terminar, se acerca a la hierba y se da un festín. Sonrío y acaricio su pelaje húmedo antes de avanzar hasta el lago y sentarme sobre las rocas.
El sonido del río me lleva al pasado la mayor parte del tiempo, pero esta vez me siento lejano a ese sentimiento. Pienso en lo mucho que ha cambiado mi vida este último tiempo, en el giro que dio desde que Aria es parte de mi vida. Y en lo mucho que deseo que se quede cuando termine el invierno.
Bien, no quiero pensar en ello. Observo a lo lejos y en las flores amarillas que crecen a la orilla del río. Podría llevarle algunas, para mostrarle que no soy un ogro después de todo y que mi enfado tiene una explicación.
Acercándome, camino cuidadosamente hundiendo mis pies en el agua, y tras un impulso termino sacándolas de raíz.

Nuestro retorno es más rápido, me monto a horcajadas sobre Tornado y avanzamos a toda velocidad por el bosque hasta el huerto de manzanos, donde decido continuar a pie hasta el establo. Ya instalado, le doy de comer y tras darle varias palmaditas en el lomo y observando por varios segundos la trenza que decidí conservar, me marcho.
Me acerco al invernadero, solo para saber si ella está aquí, pero al ingresar, noto que está vacío. Todas y cada una de sus pinturas están perfectamente agrupadas en una esquina, protegidas por el sol y el rocío de la mañana. Y el enorme mesón donde mamá deja sus flores y verduras está manchado con varios tintes de pinturas, el que debe utilizar cuando quiere estar aquí.
Durante un minuto me quedo pensando y dejando que las ideas inunden mi cabeza. Quizás puedo hacer algo para ella, algo más cómodo.

𝐄𝐅Í𝐌𝐄𝐑𝐎 - 𝐍𝐇 𝐁𝐘 𝐍𝐀𝐓𝐇 🥀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora