Capítulo Cuarenta y Dos.

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-¡¿Que ese bastardo qué?! -Vociferó el de esvástica dando un fuerte golpe a su escritorio ocasionando que algunos papeles cayesen al suelo, siendo recogidos por un beta asistente a quien pateó para que saliese de la oficina-.

-El señor Noruega nos informó que su hermano, el joven Finlandia, fue en busca de Alemania pero descubrió que estaba marcado por otro Alfa. -Austria bajó la cabeza suspirando con disimulo, si las cosas empeoraban.. era cuestión de tiempo para que llegara su padre y todo se volvería una enorme guerra-.

-¡Pero si no tenía ningún maldito Aroma a nadie cuando llegó!, ¡¿Acaso no pudiste notarlo tú antes, Ungarn?! -El escarlata estaba furioso, su puto hijo lo había dejado en ridículo y pasó totalmente por alto de que alguien seguro ya lo hubiese tomado al muy desgraciado, se confío debido al temor que el más bajo tenía con los Alfa-.

-Eso es porque mi sobrino está condenado a usar supresores de Aroma por culpa de lo que le hiciste, Imbécil desgraciado. -Gruñó el rubio apareciendo tras las puertas del jardín, en lugar de su traje arena veía el usual uniforme negro verdoso de la manada y su expresión era afilada como la de un cazador-.

-Weimar. -Escupiendo su nombre con desagrado el de esmeraldas frías giró a mirarlo, otra de las cosas de las que no tenía idea debido a los incompetentes de los que se rodeaba, que el mayor estaba en la ciudad como él-  ¿A qué vienes?, desertor.

-A advertirte que no dejaré que vuelvas a acercarte a Alemania, él ya tiene una vida nueva y no se la vas a joder otra vez. -El mayor mostró sus dientes aún más amenazante que aquella vez con el Austriaco que volvió a encogerse en su lugar sin tener ni la más mínima intención de decir algo-.

-¿Quién te crees tú para darme ordenes? -Dritte resopló encarándolo sintiéndose ofendido ante la manera en que le hablaba, era el maldito próximo líder de manada aunque tuviese que arrastrar del cabello a su puto hijo para que ocupara el puesto sobrante hasta que alumbrara al maldito Alfa que les faltaba-.

-¡¿Te recuerdo quién es el maldito líder verdadero de la manada?! -Weimar ni siquiera parpadeó antes de darle un fuerte golpe directo al rostro que hizo retroceder a su hermano menor, la única manera de hacerle entender que no podía salirse con la suya era la violencia, aunque no contó con que esta vez le devolvería el golpe-.

Era preferiblemente pacífico, pero todos los germanos tenían un instinto bélico dormido en su interior que siempre se desataba impasible en situaciones de necesidad como esa en donde comenzaron a intercambiar fuertes golpes sin importarles nada más, los otros dos hermanos presentes retrocedieron nerviosos sin saber qué hacer pues además del riesgo de recibir un buen golpe lo más seguro era que el de esvástica les daría la paliza de su vida.

Aunque las cosas comenzaron a salirse de control, aún más, cuando debido a un empujón el de piel amarilla chocó contra el escritorio rompiendo un adorno de cristal con su brazo izquierdo que adquirió una herida considerable en este mismo haciéndolo quejarse del dolor y quedando en desventaja contra el de traje negro que con la respiración agitada tomó la navaja de su traje, no le iba a temblar la mano para deshacerse de los necesarios. Pero por suerte para el tricolor el arma blanca salió volando lejos de las manos del de esmeraldas debido a un disparo hecho por el de parche azul que aún apuntando se acercó frunciendo el ceño de sobre manera, ya no podía permanecer allí con esa herida así que no le quedó de otra más que retirarse tras el de estrellas para salir de la finca familiar en el auto donde habían llegado.

-Vamos a mi casa. -Jadeó el rubio mientras se había un torniquete con una parte que rompió de su camisa, aunque lo que más le dolía era estar ensuciando su auto con sangre al igual que su ropa-. 

-Debemos ir a un hospital a que te limpien y suturen eso -El Alfa con Aroma a Pólvora y Azúcar glass, quiso hacerlo entrar en razón a pesar de estar nervioso por la pérdida sanguínea del más bajo pero estaba recibiendo caso omiso-.

-Dije que quiero ir a mi jodida casa, América. -Gruñendo entre dientes el germano lo miró de soslayo, con el estrés y la molestia acumulados lo único que quería era estar dentro de su territorio pues estar rodeado de las cosas que conocía iba a calmarlo mejor-.

El de mirada turquesa dejó de insistir y solo se mantuvo conduciendo con los labios fruncidos el resto del camino hasta llegar al departamento del más bajo, estaba algo fastidiado por la forma en la que le contestó pero aún así decidió entrar con él por si este no podía controlar la herida, Weimar se encerró en el baño dando un portazo y comenzó a remover las gavetas hasta dar con el botiquín que luego abrió para tomar las cosas necesarias dispuesto a suturarse él mismo mientras mordía una toalla.

Mientras tanto el americano lo esperó afuera sentado en el sofá pensando respecto al enfrentamiento violento que habían tenido ambos hermanos... nunca habría pensado que el diplomático fuese así de salvaje puesto a que siempre tenía un aura tranquila o mimaba a su gata como lo más valioso del mundo. Media hora después la puerta del baño se abrió dejando ver al dueño del lugar con el brazo perfectamente vendado y una expresión cansada, pero este sin decir nada se sentó al lado del albino y se apoyó en su hombro buscando consuelo silencioso mientras se disculpaba con la mirada, el de parche azul lo abrazó acostándose en el sofá pegándolo a su pecho.

-.....Perdóname.. -Murmuró el de pantalones verde y torso descubierto aferrándose más al de franjas rojas, llenándose de su Arona como calma, casi solo solían hacer los Omegas-.

-..Descansa, está bien -El agente de seguridad acarició desde su cadera hasta su espalda sucesivamente para arrullarlo así, ya luego verían qué hacer contra el de esvástica para que dejara de atormentar al menor-.

Un Buen ALFA (RusGer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora