9 - Toda una camada

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La ceremonia de graduación era un evento que convocaba a una gran cantidad de personas de distintas ciudades para presenciar la multitud de actividades que se preparaban en la ciudad, tales como eventos musicales, demostraciones de algunas cofradías y reclutamiento para las fuerzas militares del reino. Los más favorecidos eran los comerciantes, tanto los locales como los de paso, que negociaban a buen precio su mercancía en las calles: comida, armas, armaduras, curiosidades, contrabando, todo era bien recibido.

Para mantener el orden y la seguridad, el reinado había enviado a un grupo de agentes para resguardar la paz. Un grupo de apenas once templarios provenientes de la región de Slava, jóvenes novatos, estaban emocionados por su primera asignación, ellos asegurarían la tranquilidad de la gente, velarían por el orden y la paz, siempre y cuando no estuviesen divirtiéndose. 

— Señor Waterfall — se presentó el comandante de la tropa en una reluciente armadura plateada con una capa blanca —, la Orden de los templarios, provenientes de San Desiré, nos reportamos al servicio para ayudar en la seguridad de la ciudad — al momento, los jóvenes templarios se colocaron en una posición de firmes tras lo cual hicieron una reverencia.

Angus Waterfall, con las manos en la espalda, sonrió complacido mirando a los jóvenes con sus ropajes azules, sus armaduras plateadas y espadas grabadas en sus capas, marcando la orden a la cual pertenecía. Con forme se erguían, mostraban su tierna juventud, destacando uno del resto.

— Dígame, comandante – habló Waterfall –, ¿quién es ese joven templario? Su cara me es familiar.

El comandante miró hacia atrás e identificó al muchacho, haciéndole un ademán para que se acercara.

— Él es el hijo de Emmeric «El lobo» y Grisella «La roja», señor.

Waterfall abrió por completo los ojos y sonrió de oreja a oreja mientras miraba al confuso joven. Sin contenerse, el hombre le tomó por los hombros y le habló de frente. 

— Conocí a tus padres — reveló, haciendo que el joven templario alzara las cejas sorprendido —. El lobo, vaya que se ganó ese título a pulso, siempre leal, siempre fiel, siempre feroz; es una envidia que el último de sus hijos fuera un varón. ¿Cuántos hijos tuvo?

— Somos diez, señor, cinco mujeres, cinco hombres, yo el menor — respondió atento.

— Toda una camada — rio gustoso Waterfall —, ¿y cuál es el nombre que el lobo dio a su último hijo?

— Soy Roger Beliviere — contestó, haciendo sonreír al señor de Waterfall mientras sus compañeros lo miraban con complicidad.

— Te pareces mucho a él, tienes esa cabellera negra, esos ojos despiertos, su complexión, su nobleza, no me sorprendería que fueras amable, alegre y sobre todo fiel a tus principios, pero también tienes los rasgos de tu madre, su sonrisa, su piel blanca, su lealtad, quizá su talento en la música, ¿te enseñó a tocar el laúd?

— Así es, señor.

— ¡Oh! Pero que bella la vida, sin duda. Eres la viva imagen de ellos, esa armadura blanca es el sello que te dejaron, llévala con orgullo, no, perdona — se corrigió —, ellos nunca fueron orgullosos, pórtala con humildad tal como te enseñaron... — Waterfall guardó una pausa, tras la cual esbozó una sonrisa amplia y pícara — Ahora que lo pienso, eres soltero. Deberías casarte con mi hija, a saber, tiene muchos pretendientes, pero por ser el hijo de un buen amigo, estaría dispuesto a darte su mano si me consigues una buena dote.

— ¿Pe-perdón, señor? — reaccionó Roger dando un salto de sorpresa e intentando mantener la compostura.

— Sí, serían la pareja perfecta — reafirmó —. Pensadlo, no me desagrada la idea.

— Señor — interrumpió el comandante liberando de la situación a su soldado —, si nos permite, nos gustaría comenzar a patrullar la ciudad.

— Cierto, cierto, en ese caso, espero que su estancia sea de su agrado y no duden en contemplar toda la belleza que mi ciudad ofrece.

Waterfall despidió a los templarios apartándose para llevar el seguimiento de los eventos, mientras, algunos soldados golpeaban a Roger con el codo mientras le sonrían de forma traviesa. 

— Muy bien, soldados, a trabajar se ha dicho — anunció el comandante con voz firme, colocando las manos en su espalda y sacando el pecho —. Nosotros nos encargaremos del orden de la ciudad, por lo que intervendremos a la menor muestra de conflicto.

— ¿Dónde comenzaremos? — preguntó uno.

— Podemos comenzar cerca de los puestos de comida — propuso uno —, dicen que Waterfall tiene una gastronomía única — aseguró acariciándose el estómago, haciendo que el comandante entrecerrara los ojos —, puede que los viajeros hambrientos requieran una opinión sincera de los platillos, comandante — se justificó.

El caballero suspiró mientras disimulaba su sonrisa. 

— A los puestos de comida entonces – confirmó el comandante, un poco de comida no haría daño.

Los soldados exclamaron de alegría y con paso firme comenzaron a caminar entre la gente. A su paso, la gente los miraba con respeto, admiración, fervor y unos pocos con miedo y desagrado. Mientras algunos se apartaban para dar el paso a los templarios, Ark, evadiendo a una señora que cedió el camino, chocó contra Roger Beliviere.

— Disculpa — dijo el templario apenado.

— No hay pro... — Ark, al ver el atuendo del joven y reconocer su papel, guardó silencio, mostró desprecio y siguió su camino con prisa.


Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora