46 - Son templarios

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— Soy Roger, traigo comida.

Con suavidad, el joven templario abrió la puerta y tras cerrarla, encontró a Irideo, de pie, junto a la cama, ajustando sus cosas para salir.

— ¡Oh! Gracias, Beliviere. Esto me servirá en mi viaje — aseguró el hombre escondiendo su cuchillo en su espalda y sentándose a la mesa para comer.

— Pero, señor, no creo que sea prudente dejarlo ir en ese estado. Debería descansar solo un día más — insistió el templario.

— No. Ya he perdido bastante tiempo aquí esperando en vano a que cerrasen mis heridas. Me marcho.

— Entiendo. Sé que no es mucho, pero le he traído un manto con una capucha para que pueda salir sin ser visto. Espero que encuentre a su hijo.

Irideo sonrió con malicia y sin dudar, tomó el manto de las manos de Roger y se lo colocó. 

— Gracias, y si es que acaso lo ve, su nombre es Ark, se parece mucho a mí. Así supe que mi mujer no me engañaba — explicó entre bocados —. Dígale que lo estoy buscando y que nuestra familia está en Aesier, espero que el muy inútil no lo haya olvidado — Irideo terminó de comer, se limpió la boca y se ajustó la capucha —. Muchas gracias, Beliviere.

— No ha sido nada, es mi deber como Templario. Ojalá y pueda tenernos más confianza.

— Jamás — negó al instante.

Sin más palabras y cuidando de cubrirse la cara, Irideo salió del lugar, cerrando la puerta tras de sí.

— Pero que hombre tan más extraño, cada segundo con él era incómodo. 

— No digas eso, Fulgore. Ha pasado por mucho. 

— Si usted lo dice, pero espero encuentre algún transporte, por que con esas heridas no llegará lejos.

Roger se acercó a la cama y con preocupación levantó las sábanas y vendas cubiertas en sangre. 

— Ya estamos cerca — alertó Necro a su dragón. Tremor asintió y usando su corazón, comenzó a desvanecerse frente a ellos. 

— ¿Qué haces? — exclamó Bravo, asombrado.

— Puedo ajustar mis escamas al entorno — explicó Tremor perdiéndose entre el paisaje, es mucho más fácil en la noche, pero servirá para no llamar la atención.  

— Recuerda no separarte mucho y nada de crear caos mientras nadie te ve — advirtió Necro. 

— Sabré comportarme — rió Tremor desde algún lugar.

— Yo no sé hacer eso — consideró Bravo. 

— No hace falta, a menos que puedan ver fantasmas o hayan pactado con dragones, nadie podrá verte — explicó Tremor delante de ellos.

— Ustedes caminen con confianza — propuso Necro—. Buscaremos una posada, comeremos y dormiremos lo suficiente.

Poco a poco, ellos se unieron a las personas que se adentraron a la ciudad. Ark, ranqueando, no estaba del todo cómodo viendo a su dragón deambular invisible por las calles repletas de personas y aún menos al ver el nombre de la ciudad en un letrero.

— San Desiré — solo tomó unos segundos, pero Ark reconoció el nombre —. Estamos en la ciudad de los verdugos — de inmediato una mujer lanzó una mirada llena de desprecio al joven.

— Yo tendría más cuidado con mis palabras — advirtió Necro —, aquí la fe domina todo. 

— Incluso el sentido común — logró escuchar a Tremor desconcertando a algunos peatones. 

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora