176 - No todas las promesas se cumplen

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— No es necesario que sufras — Shatten, frente al muro, había colocado a Paris aún armado con su dragón. El joven luchaba desesperado por liberarse sin éxito —. Si lo haces por deseo propio, ni tú ni tu dragón sufrirán tanto.

Paris guardó silencio sin dejar de mirar con odio a Shatten.

— Como quieras.

En las manos de Shatten apareció una espada fulgente, de hoja transparente, exquisita y aterradora por igual a la vista. Shatten vio su arma, al joven y suspiró.

— Pese a todo, fue grato verlos reunidos — se sinceró mientras Alba lo miraba con atención —. Me trajeron viejos recuerdos.

Ryu con toda su fuerza se lanzó contra Shatten, pero Alba, separándose de su amo, interceptó su puño, deteniéndolo con una sola mano y, creando una estrella, golpeó su pecho, lanzándolo al aire y, sin piedad, disparó otra estrella, atravesándolo en el aire. Ryu, inmóvil, cayó al suelo ante el terror de su amigo. 

La espada de Shatten comenzó a brillar y, sin compasión, el señor de los decretos la clavó justo en el pecho de Paris atravesando sin dificultad las escamas de su dragón y haciéndolos gritar a ambos.

— ¡Vamos! Ábrete, oh puerta — clamó Shatten al muro —, rompe tus cadenas.

Cerro rugía con fuerza y Paris gritaba desgarrándose la garganta al tiempo que Shatten enterraba su espada hasta que sintió como la punta de su espada chocaba con un objeto de singular dureza. Satisfecho, comenzó a retraer su arma. Paris y su dragón gritaban llenos de dolor, desesperados por librarse de su sufrimiento.

— Despréndete de tu corazón, dragón — Shatten sujetaba con ambas manos su espada —. Cede a mi deseo y entrega lo que anhelo.

El señor de los decretos dio un paso hacia atrás y con toda su fuerza arrancó la gema del pecho de Paris. En la punta de la espada, sostenida por una fuerza invisible, se encontraba la gema de la tierra bañada en sangre, la última necesaria.

La armadura de Paris comenzó a agrietarse y desquebrajarse poco a poco, cayendo en terruños dejando expuesto el cuerpo malherido del muchacho. A su lado, Cerro se materializó y cayó con la cara hacia arriba, con la mirada perdida en las estrellas mientras apoyaba sus garras sobre la herida de su pecho.

— ¡Al fin! ¡La última gema! ¡Lo he conseguido! — celebró emocionado — Mira, Alba, al fin.

Pero el dragón de los astros no dijo nada, estaba intranquilo, casi preocupado, su memoria difusa comenzaba a incomodarle mientras un escalofrío cruzaba su espalda. 

Shatten tomó la gema de la tierra, arrojando su espada de lado y cruzando la poca distancia que lo separaba del muro, colocó el corazón en el último espacio vacío.

Shatten retrocedió unos pasos para ver el mural encenderse por completo. Los elementos de la tierra, el fuego, el hielo, el viento, la obscuridad, el rayo, la madera, la piedra, el metal y los astros, brillaban con una intensidad desbordante.

— Después de tanto tiempo... — las manos de Shatten temblaban — Han pasado años...

La gema de la tierra lanzó un destello mortal y todo el castillo de Shatten retumbó hasta sus cimientos. Fue tal la fuerza del corazón de Cerro que un potente temblor sacudió todo y a todos, tras lo cual, un rugido profundo se escuchó y la tierra comenzó a tragarse el revellín entero. Muros, techos, paredes, campos, jardines, poco a poco, todo comenzó a desplomarse. Shatten había logrado su meta.

De golpe, un terror infinito se apoderó de Alba y de los otros dragones, algo estaba emergiendo de la tierra.

— Estúpidos mortales — se escuchó una voz disonante, desconcertando a Shatten.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora