Día 13 del mes de Opalios.
Camino a Noremberc, Región de Slava.
Ark recuperaba el sentido, el delicado sollozo de Edgár había roto su pesado sueño. Estaba recostado sobre el frío y verde césped, era de noche, las estrellas brillaban en lo alto. Agotado, abrió los ojos, lo primero que vio fue su cuchillo a su lado, giró el rostro y se percató de que se encontraba cerca de una fogata, al otro extremo, durmiendo, estaba Beliviere exhausto, y juntos, cuidándoles, estaban Fulgore y Bravo, charlando.
— No, la única forma de vencer a esos seres es matándolos con un arma a distancia o una de nuestras magias — explicaba Fulgore con la vista en el suelo —, de no ser así, el demonio puede apropiarse del cuerpo de la persona que lo intentó matar, escapando y adquiriendo todo el conocimiento del nuevo cuerpo.
— Por eso esperó a que le atravesaran con la espada — recordó Bravo.
— Buscaba cambiar de cuerpo y era una oportunidad perfecta — Fulgore llevó una mano a su hombro, sobándolo —. No hay duda que Shatten ha alcanzado poderes inimaginables — reconoció con pesar.
Azul bajó la mirada y su vista se posó sobre Roger, respiraba profundo y su cuerpo se mostraba lastimado.
— Él no está tan herido... ¿Por qué está tan debilitado? ¿Qué ocurrió?
— Usó su máxima.
El cantar de los grillos interrumpió su charla, el dragón del agua no comprendía la frase de su compañero y este lo notó.
— Cierto, no lo recuerdas — Fulgore pensó sus palabras y miró al cielo para explicar —, cuando estamos en una situación de vida o muerte — el dragón llevó una mano a su pecho—, podemos usar todo el poder de nuestros corazones, concentrándolo en un ataque devastador.
— Eso suena grandioso — reconoció Bravo sorprendido, pero el semblante de Fulgore le regresó la seriedad.
— Es útil... pero el precio es demasiado caro — Fulgore miró a los ojos a Bravo —. Ellos pagan con su vida.
Bravo sintió un horrible escalofrío cruzar su cuerpo, haciéndolo olvidar su dolor por un instante.
— Uno, tres, cinco o diez años, cada vez que usan la máxima acortan su existencia — el dragón blanco hablaba con tristeza —. Nuestro poder tiene un precio demasiado grande — Fulgore suspiró de forma lenta y pesada —. Alguna vez escuché a alguien decir que nuestros corazones estaban malditos... tenía razón.
— ¿Entonces ellos pagan ese precio? — intentaba asimilar Bravo.
— Compartimos el peso con ellos, el pacto nos permite eso — reconoció Fulgore, agotado, cansado.
— Hubiesen escapado.
— No podíamos — musitó el dragón blanco.
— ¿Por qué no?
— Mi amo prometió detener a los decretos... — Bravo guardó silencio — ¿Recuerdas lo que significa para un dragón una promesa?
Bravo hizo memoria, reflexionando sobre ello.
— Nosotros intentamos cumplir nuestras promesas aun a costa de nuestra vida — recordaba la conversación anterior —, no necesitamos de juramentos o de contratos, nuestras simples palabras son más que suficientes para grabar en nuestro corazón un deber solemne e inquebrantable — Fulgore asintió, contento de que su amigo recordara algo tan importante.
— Jamás dejes que tu amo prometa algo que no pueda cumplir — suspiró el dragón de la luz —, sería un error fatal.
Edgár volvió a sollozar, los dragones voltearon a mirarlo, el niño lloraba por Ryu apresado por un demonio.
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Erasus Drakone
FantasyCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...