— ¿Cuánto mides? — cuestionó Paris, colocándose al lado del enorme Escauro.
— Creo que el doble que tú. Pero yo no tengo un dragón de mi parte — señaló el hombre de ojos verdes.
— La magia siempre da una ventaja, amo — consideró Cerro con cierto orgullo.
Azfel miraba a su maestro caminar mientras charlaba con el guerrero de armadura escamada. El trio recorría un angosto y obscuro pasillo que les conducía a una salida brillante y, al atravesar el umbral, se vieron en medio de un gran y amplio patio, las jardineras estaban descuidadas y las pobres plantas marchitas comenzaban a secarse.
Los arcos que señalaban a las otras secciones estaban obscuros y tenebrosos, y la caída de la tarde en nada ayudaba a su tranquilidad, el enemigo podría atacarlos en cualquier momento y ellos lo sabían.
— ¿Cómo sigues, muchacho? — Escauro miró a su joven aprendiz, sorprendido al ver que sus heridas se habían curado.
— Mucho mejor, maestro — aseguró.
— Mi magia es muy útil para las heridas — explicó Paris con la voz de Cerro.
Caminaron atentos a su alrededor y, sin evitarlo, Azfel seguía atento los pasos de su maestro.
— Maestro Escauro — habló el guardián de Aura —, hay tantas cosas que no entiendo — decía mientras miraba de reojo al guerrero dragón que caminaba al lado de ellos —, hay mucho que quisiera preguntarle.
— No te abrumes — sonrió el cofrade, despeinándolo —. Mientras estemos juntos, podremos enfrentarlo todo.
— No arruinemos el hambre de conocimiento con estúpidas banalidades sentimentales.
Saliendo de uno de los corredores, a la luz de la tarde roja, Beth, el alquimio, apareció caminando hacia ellos con su libreta de notas a la mano y envuelto en un manto negro.
Paris, Escauro y Azfel se colocaron en posiciones de ataque.
— La duda es una necesidad del ser humano — Beth explicaba con la mirada puesta en Azfel como todo un catedrático —, es una cualidad que debemos apreciar en todo momento. Dudar de todo y no confiar en nada, he ahí una forma ideal de ver la vida, verbi gratia, tenemos el hecho de que mi señor Shatten está, según vuestro punto de vista, destruyéndolo todo, pero desde la perspectiva de los decretos y de los que convivimos más cerca de él, sabemos, con certeza irrefutable, que está preparando un mundo mejor para todos nosotros — aseguró llenando de aversión a Escauro y Paris —. Ahora bien, ese es el conocimiento que tú debes adquirir. ¿Cómo es posible eso? Preguntarás. Fácil, ven con nosotros — Beth extendió su mano hacia Azfel —, conócenos, habla con nosotros, come con nosotros, vive con nosotros y juzga por ti mismo si somos o no, lo que todos dicen temer.
— No hace falta tocar el fuego para saber que quema — Escauro despreció las palabras del alquimio.
— Coincido con ello — afirmó Beth llevándose una mano al mentón — pero uno jamás sabrá hasta qué grado de dolor puede soportar, cuanto tiempo tarda en recuperarse, el sentimiento de calor, de molestia, de dolor, el tratamiento, la recuperación y la restitución. Sí, son experiencias únicas que harán falta vivir de cerca, o bien — su mirada y su tono de voz se volvieron maliciosos —, podemos recabar datos de sujetos de pruebas, una y otra vez, prueba tras prueba, hasta que tengamos una certeza tan fuerte que podamos considerar propia. He ahí el credo de los alquimios.
— Suena más como el credo de los torturadores — Cerro creó una espada en las manos de Paris y éste la sujetó con fuerza.
El mudó su semblante al ver su postura.
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Erasus Drakone
FantasyCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...