158 - Divau

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Tras la comida, Ark siguió a Shatten a las áreas comunes, encontrando a Divau hablando y enseñando a un grupo de gente. 

— ¿Alguien recuerda porqué la antigua orden de Liria, aquí en Bórea, fue destruida?

Los Jóvenes se miraron unos a otros, intentando recordar. Shatten miró a Ark y con un gesto le invitó a opinar.

— Se dice que un cataclismo desconocido acabó con la región, entre ellos, el revellín y la orden, eso ya hace siglos — recordó Ark tomando la palabra, haciendo sonreír a Divau y ajustarse sus lentes como reflejo.

— Se dice que no hubo sobrevivientes — mencionó una joven.  

— Claro, pero hubo muchos lirios que sobrevivieron, dispuestos a contar todo al mundo, por desgracia estos fueron exterminados por las otras ordenes con el propósito de mantener la verdad escondida, entre muchas cosas, la naturaleza de sus armas.

Ark reflexionó un poco, los templarios usaban la espada, los rodos la Lanza, los rosarios las ballestas, pero los lirios, según el grabado que había visto en la orden de los templarios...

— Ellos usaban una rosa — recordó Bravo el mural.

— Ellos usaban magia — reveló el decreto mirando con cierto orgullo su lanza después observó la cara de asombro de Ark — ¿No me crees acaso? No me sorprende, como explicaba, muchos fueron silenciados, entre ellos el Lobo Beliviere de los templarios, el León Di Santis de los rodos, Grisella la rosa roja de los rosarios, y Dutro, el roble de los lirios — Ark tembló al reconocer el nombre —. Ellos preservaron sus vidas, salvando así a sus familias o sus riquezas. Y ahora, ustedes también conocen la verdad. 


*****


Silver cruzo la enorme puerta negra con inseguridad, él y su dragón miraron asombrados el frondoso jardín que se presentaba ante ellos.

— Sus flores son exquisitas — reconoció Norte.

Silver se acercó a las flores, su fragancia y belleza eran evidentes.  

— Es curioso ver tanta belleza en medio de un lugar tan polémico — se inquietó el joven.

— Es la belleza de la guerra — respondió una voz lejana.

Del otro lado del Jardín envuelto en una capa blanca manchada en sangre, el decreto Divau bajaba las escaleras que conectaban el castillo con el jardín. Su presencia estremeció tanto a Silver que éste, de inmediato, se fusionó con su dragón, mostrando su armadura escamada. Este gesto hizo que Divau empuñara su lanza cerca de su cuerpo, al tiempo que se acercaba a oler las rosas cerca de él.

— Todo es tan corrompible, dragón — habló después de inhalar —. Incluso tú en tu juventud, estás destinado a una vejez decrepita y miserable. 

— Si vivo más allá de hoy, lo consideraré como un buen augurio — sonrió Silver.

— ¿Es acaso que no temes por tu vida? — se burló Divau ajustando sus anteojos.

— Por mi vida, por mis pies, por mis manos, por mi piel, por mi comida, por mi cama — Norte notó que su amo, más que burlarse, hablaba con sinceridad —, me preocupo por todo, decreto.

— Si no mal recuerdo, tu gema ya fue utilizada para los deseos de nuestro señor. No deberías estar aquí — expuso Divau.

— Es lo mismo que yo digo, amo — secundó el dragón antes de que Silver se golpeara el yelmo.

— Quizá buscas formar parte de nosotros — invitó Divau —, puede que mi señor Shatten, en su gran misericordia, tenga compasión de ti y te permita unirte.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora