Ark entró en la gran sala principal, mirando a primera vista el piso de mármol negro que reflejaba el fuego de los candiles suspendidos del techo de la gran bóveda, pero cuya visión se veía interrumpida por una ancha alfombra escarlata que resaltaba en el suelo. Los trabajos de restauración aun continuaban, pero se había dado prioridad a los cuartos reales. Sin inmutar su semblante, avanzó sobre la alfombra acallando el sonido de sus pasos, firmes y decididos. El amo cojeaba y su cuerpo aún no se reponía del todo, pero Bravo estaba al pendiente de él, avanzando junto a él en silencio, conociendo la intención de su corazón.
Ellos cruzaron las grandes columnas de mármol gris que seguían en reconstrucción, erguidas en medio del inmenso espacio y que rodeaban de forma harmónica el gran trono del reinado de Owen. Sentado en él, se encontraba Aisac, con las ropas dignas de todo un heredero real, sereno y con toda la presencia que una figura de su clase podía demostrar. El príncipe no apartaba la vista de aquel joven que hirió a su guardián, se opuso a la batalla y que ahora solicitaba una audiencia con él. A la derecha del príncipe, Sable, con una armadura nueva y reluciente, así como su capa negra recién lavada, miraba fijo y serio a su pariente, atento a sus movimientos mientras se acercaba a su alteza, le tenía desprecio. Contrastando, recargado a la izquierda del trono, Galas comía una manzana roja, ahora con un atuendo nuevo, azul y blanco eran los nuevos colores de los rombos de su traje, un sombrero de varias puntas caía a los lados de su cabeza, las cuales se balanceaban cada vez que mordía aquella fruta, sin embargo, su mirada y su completa atención estaban enfocadas en aquel imponente dragón y a su amo.
Ark y Bravo llegaron al frente de Aisac y su comitiva, tomando coraje, Ark habló.
— Príncipe, he venido...
— Debes hincarte con una rodilla cuando hables con su alteza — interrumpió Sable sin quitarle la mirada, con una voz que retumbó en las paredes de la sala.
Ark tragó saliva y se hincó tal como se lo habían ordenado. Lo hizo con lentitud, su cuerpo adolorido respondió lo mejor que pudo hasta lograr arrodillarse.
— Su alteza, yo...
— No es bien visto que un dragón esté de pie cuando su amo está de rodillas — comentó Galas de forma pícara haciendo que Ark negara.
— Mi dragón no es quien solicita su ayuda — aclaró al momento —, él también está lastimado y... — sin dudarlo, Bravo se arrodilló junto a él, sonriéndole con tranquilidad.
— Juntos en esto, amo — recalcó el dragón, enterneciendo a todos en la sala.
Ark sonrió con tristeza, y tras suspirar, volvió a mirar a Aisac.
— Alteza, he venido para hacerle una petición — explicó el joven.
— ¿Cuánto dinero quieres? — le despreció Sable, Ark comprimió con fuerza un puño, pero se limitó a negar con la cabeza.
— Quiero pedirle que pueda considerar a la región de Waterfall como prioritaria en su plan de restauración — suplicó con voz firme.
No solo Sable, Galas también fue sorprendido por la petición, mirándose el uno al otro.
— Pero los planes... — Galas fue silenciado por un gesto de Aisac, quien intentaba ocultar en vano una amplia sonrisa.
— Como sabrás — habló Aisac en tono reflexivo — tras estos acontecimientos, todo WindRose se encuentra en la más dura crisis. Restaurar toda una ciudad vacía en lugar de reparar aquellas que aún están de pie y podrían contribuir de forma económica, es un hecho que habla por sí mismo.
— Waterfall era la mejor ciudad del todo WindRose, era una potencia agrícola muy superior a las otras regiones, olvidarla significaría despreciar una región fructífera que podría beneficiar al reino entero — respondió Ark lleno de convicción —. Por si fuera poco, su ubicación central permite que gente de todas las regiones pasen a través de sus calles, favoreciendo el comercio.
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Erasus Drakone
FantasíaCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...