159 - Zaín

1 1 0
                                    

— Las cosechas van bien, señor — reportaba Zaín, trabajando la tierra con el torso descubierto y con un pequeño paño sobre sus hombros —. Las técnicas de mi tierra lograron acoplarse a... — el decreto reparó en Ark, quien miraba absorto el campo. 

— Es un invitado — explicó Shatten al ver su confusión. 

Zaín caminó hasta Ark y hasta ese momento el joven se percató del hombre. 

— No esperaba verte aquí — reconoció el samurái. 

— Yo tampoco esperaba verme aquí — reconoció Ark. 

— El muchacho está aprendiendo de nosotros — explicó Shatten —. Ha hablado con los otros decretos, escuchado sus historias y, espero yo, aprendido de ellos. 

— Ellos son hombres de lo más particular — reconoció con cierta incomodidad —, sus mentes, sus cuerpos, sus almas, únicos en todo sentido, incluso sus historias han ayudado a darles forma — reconoció —. Han pasado por tanto y yo por tan poco que los admiro. 

Zaín guardó silencio y a su lado Divau comenzó a transportar una pila de heno y Epsilion, llegando al lugar, le despeinó su larga cabellera.

— Dice que nos admira — reconoció Epsilion —, pero aquí entre nos, creo Zaín es de los más fuertes entre nosotros.

La declaración tomó por sorpresa al joven y a su dragón. 

— ¿Cuál es tu historia? — preguntó Ark y sin esperarlo, Shatten se apartó un poco para dejar a su hombre hablar con libertad.


*****


— Dejarlo atrás fue una decisión acertada — reconoció el dragón del fuego.

Ryu aún consideraba si el hecho de haber dejado a Ark atrás, sólo al cuidado de su dragón, había sido una buena opción, pero dudaba aún más haberlo dejado con su gema brillante y el mal herido Sable.

El joven galeno caminaba a través de los largos pasillos del majestuoso revellín de Komodo, incluso sus pensamientos se veían interrumpidos por la belleza y grandiosidad, tanto de su construcción como de su decorado. El pasillo conectaba a otro corredor que cruzaba con un pequeño jardín interior, repleto de árboles frutales de toda clase, manzanas, higos, peras e incluso frutos que él no conocía. Ryu se acercó a un árbol y estiró su mano para cortar una suculenta manzana roja.

— Ojalá fuera así de fácil conseguir vuestras gemas, dragón.

Conato se fusionó con su amo, creando sus escamas rojas para protegerlo.

— Disculpa, no era mi intención perturbarte.

— ¿Tú? — Ryu reconoció al decreto al instante.

A una distancia prudente Zaín se acercó a otro fruto y cortándolo, comió de él. Ryu no apartaba su mirada del decreto, con su coraza de placas roja y su espada a la cintura, recordando el poder de aquel decreto con temor.

— ¿Lo conoce, amo?

— Fue el decreto que nos enfrentó en Waterfall. 

— Si pido tu gema, ¿me la otorgarías?

Ryu se llevó la mano al pecho, resguardando el corazón de su dragón. El decreto, al ver la reacción del oponente, suspiró con pesadez, casi tristeza.

— ¿Qué ganarías dándole mi gema al maldito Shatten? — replicó Ryu con la voz de su dragón.

— Pondría un fin a toda esta destrucción sin sentido.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora