51 - Es aterrador

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Roger, sentado en la cama, se sobaba la barbilla frente a su dragón, intentando apaciguar el dolor.

— La puerta está abierta y puede salir cuando desee — le recordó Fulgore cruzando los brazos.

— Si ven que he escapado será peor para mí y para ti — le repitió.

— Es noche, podemos esperar a que duerman y así buscar a los otros dragones. Norte y Silver estarán encantados de saber esto, en especial Norte — animó su dragón.

— No lo dudo — Roger bajó la mirada, pensativo —. Espero que estén bien, hace tiempo que no lo vemos – reflexionó.

— Deben seguir investigando la cueva, siempre fue su fascinación — consideró Fulgore —. Norte es fuerte — reconoció —. Por lo pronto, podemos obtener mucha información de ese dragón negro y del espíritu del azul. 

— Eso espero, hay demasiados problemas en todas partes — consideró Roger recostándose — además me preocupa todo lo que está sucediendo dentro y fuera de las órdenes.

— La visita del general es extraña — reconoció el dragón — lo último que supimos es que fue al castillo, tendrá algo que ver con la enfermedad del rey — Fulgore se llevó una mano a la barbilla.

— También está la traición del príncipe Aisac y el control absurdo de los alimentos por parte del señor Gladius. Todo es confuso — se llevó las manos a la cara —. Estamos lejos de la voluntad y los principios de Winkel el grande.

Fuera del cuarto, Fulgore y su Roger escucharon el sonar de un clarín agudo y constante, ya lo habían escuchado antes, era una orden para que todos los templarios se reunieran en la explanada de la orden de inmediato. Al escuchar pasos, el dragón se fusionó con su amo y poco después un joven templario abrió su puerta.

— Beliviere, dese prisa, el general ha solicitado la presencia de todos en esta reunión.

— ¿Cuál es el motivo? – preguntó confuso.

— El general ha venido en persona para dar un comunicado. Debe ser importante, por favor, venga ya — suplicó. 

Sin dudar, Roger salió de la habitación y en su camino, cientos de templarios se apresuraban por llegar lo más rápido posible. Fuera, un centenar de capas y armaduras blancas llenó la explanada principal de la orden del temple, impresionando al dragón blanco por el gran número de fieles guerreros al servicio de Winkel, el grande.

A pesar de su inesperada visita, los templarios, entre ellos el comandante Marcus, se las habían arreglado para improvisar una pequeña tarima de madera donde, frente a todos, se encontraba con su magnífica pose militar, el general de las tres órdenes de WindRose, Macarius Falivene. El bullicio era notorio y muchos de los comentarios hacían referencia a las grandes hazañas que Falivene había logrado con tanto honor, convirtiéndolo en todo un héroe para los presentes.

— ¡Silencio, hermanos! – ordenó el pelirrojo Marcus poniéndose al frente con las manos extendidas para llamar la atención de todos —. Nuestro amado general, Macarius Falivene, ha venido en persona para poder hablar con nosotros. Sea la inspiración de Winkel, el grande, la que le ayude a reforzar el poder de sus palabras — tras hablar, señaló con su mano al general y se retiró cediéndole la palabra.

Todos enmudecieron, nadie quería perderse la oportunidad de escuchar al mismísimo Macarius hablar, por lo que todos estaban atentos, incluso Roger, quien miraba atónito, esperando que los labios de su general articulasen palabra. Ante la impaciencia de los presentes Macarius sonrió y habló.

— Queridos hermanos templarios, estoy agradecido con Winkel, el grande, por la oportunidad que se me da de poder veros de nuevo. Por desgracia, mi alma se encuentra triste por las pérdidas de varios de nuestros hermanos en la aberrante y horrible matanza de Waterfall. Sé que todos ellos eran los mejores en su clase, es por ello que su recuerdo estará presente en nosotros para que no sean olvidados. Sin embargo, aquel ser que inició todo esto está ganando fuerzas a cada día, es aterrador. Por ello, el representante de su majestad Eivan Victorius, el señor Gladius de Risent, ha pedido constituir una nueva fuerza armada, un ejército que él pueda controlar a su criterio, ya que, como todos ustedes sabrán, el hábito que cargamos, no nos permite actuar bajo órdenes de los señores de WindRose. ¡Oh, que sabio era Winkel, el grande! Más las circunstancias actuales, no nos permiten tal lujo y la creación de una resistencia ajena a nuestros métodos es del todo necesaria. Hermanos — alzó la voz Macarius —, al igual que a nuestros hermanos rodos y rosarios, se les pide su ayuda y su confianza para dejar los hábitos y ayudar a la causa del señor Gladius, al menos hasta que detengamos a demonio que dispersa el miedo y la muerte por todo WindRose — exclamó con valor y fuerza.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora