Retomando su camino, sin cantos ni hablar con personas, ellos llegaron a la entrada de Damasco, apenas hubieron puesto un pie cuando una pequeña multitud agresiva los rodeó.
— ¿A quién servís? — preguntó con desprecio una mujer.
Sable se colocó frente al príncipe y el dragón se preparó para lo peor. El viento soplaba con fuerza.
— Perdone, mi señora — Galas tomó la palabra rompiendo la tensión —, pero llevamos prisa, mi grupo circense y yo tenemos una presentación en Tylo.
— ¿Quién eres tú? — preguntó un hombre sujetando un azadón en sus manos.
— ¿Yo? Soy Galas, el mejor bufón de todo WindRose — declaró sacando el pecho y poniéndose de puntillas.
— ¿Eso es normal? — preguntó Silver ante el acto.
— Más de lo que se imagina — respondió Sable sin dejar de cuidar con recelo al príncipe.
— No nos interesa su oficio, pero si son drakones no podréis pasar.
— Es un decreto del señor feudal Gladius — declaró una joven con agresión.
— Entonces, ¿a quién servís? — inquirió la primera mujer.
— Sea Winkel, el grande, nuestro amparo que, por él, hemos llegado hasta esta tierra.
Las miradas se centraron en Silver quien había respondido.
— Él está con Winkel el grande — reconoció con gusto un anciano.
— A él déjenlo pasar, pero los demás deben responder — habló un hombre.
Dejándolo pasar, Silver fue separado mientras la multitud se centraba en el sequito del príncipe.
— A sabed que entre nosotros no hay quien tenga fe — Galas tomó la iniciativa —, somos hijos de la tierra sin final ni proceder — Aisac se sorprendió de la astucia de su súbdito.
— Su ropa parece normal.
— Permitidle entrar.
— Preguntad a los otros.
La multitud masculló al tiempo que el viento arreciaba poniendo nervioso a Sable quien rechinaba los dientes.
— Somos viajeros — alcanzó a pronunciar Aisac bajo su capucha.
— En ese caso — dijo una anciana decrepita — no le molestará enseñarnos vuestro rostro.
— ¡Sí, descubríos! — exigió la muchedumbre.
Galas intercambió una seña a Silver para alertarlo mientras que el guardián del príncipe estaba furioso.
— Si ellos no quieren entonces nosotros...
Un golpe limpio derribó al hombre que se acercaba a Aisac, y ahí, frente a todos, Sable gruñía furioso intentando defender a su alteza y a su fe.
— ¡Es uno de ellos!
— ¡Detenedle!
— ¡Atrapadle!
Sable estuvo a punto de tomar su espada cuando el viento rugió y la capucha del príncipe se cayó. De repente el silencio los envolvió, la multitud se detuvo de súbito y contemplaron al rubio, desconcertados, incluso algunos pocos transeúntes no ocultaron su incredulidad, deteniéndose a mitad de camino para confirmar sus sospechas.
— ¿Será él?
— ¿Vestido de esa manera?
— ¿Es el traidor? — las voces comenzaban a acertar.
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Erasus Drakone
FantasyCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...