139 - El corazón del candidato

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Paris caminaba lento, con cuidado. A su lado, Escauro ayudaba a Azfel a continuar. La batalla anterior les había demostrado la letalidad del enemigo y aunque habían aprovechado el poder de la gema de la tierra, el tiempo apremiaba. Esperaron lo suficiente como para volver a tener la fuerza para levantarse y continuaron. En silencio, llegaron a una enorme intersección compuesta de cinco caminos.

— Esto... — habló Cerro. 

— ¿Pasa algo? — le cuestionó Paris. 

— ¿Cuál será el correcto? — Escauro miraba hacia los pasillos intentando percatarse de algún indicio que los pudiera guiar. 

— Alguien se acerca — la gema de la tierra comenzó a brillar.

Los tres se reunieron y esperaron, paso a paso un destello amarillo respondía a aquel destello naranja.

— Mira, bufón, hay fiesta — Exilio zarandeaba a Galas, pero hacía rato que éste había dejado de responder por la pérdida de sangre.

Reconociéndoles, Paris acudió de inmediato con ellos, revisando a Galas y colocando sus manos sobre su herida, dejando que su gema hiciera el resto.

— ¿Qué tal el paseo por este hermoso castillo? — habló Exilio incomodando a Paris y a Escauro cuando sus gemas continuaron brillando con fuerza.

— Alguien viene — detectó Estruendo.

— ¡Gracias a Winkel que son ustedes! — Silver, sujetando a un Tora malherido en el vientre, llegaba con ellos.

— Aquí está la fila — le indico Exilio agitando un brazo mientras se sentaba en el suelo.

Escauro ayudó a recostar a su malherido socio.

— ¿Qué sucedió? — preguntó el cofrade a Silver.

— Un decreto — reveló semiconsciente Tora sin necesidad de decir algo más.

Colocando a Tora junto a Galas, Escauro tomó distancia y miró a su alrededor. 

— Aun no tenemos bajas, pero... — el hombre pensaba en voz alta cuando un dolor en su pecho lo silencio de manera repentina.

— A este paso moriremos — señaló Exilio con una seriedad incomoda.

— La diferencia de poder es aterradora — se inquietaba Silver en sus reflexiones cuando Escauro se colocó delante de él y abrazó al guerrero escamas de hielo.

— Gracias por cuidar de mi amigo — le agradeció, tras lo cual, con una resolución absoluta, miró al resto de ellos —. Debo continuar. Dragón Cerro, Paris, les confío a los heridos, espero verlos después — y sin decir nada más continuó su camino entre el laberinto de las torres.

— Espere, maestro — Azfel, levantándose con esfuerzo, siguió a Escauro.

— ¿Deberíamos ir tras ellos? — preguntó Silver a Exilio.

— Otro dragón se acerca — reportó Norte.

— Alguien debería acompañarlos — saliendo de un pasillo con una gema radiante, Eiron ayudaba a Sable a mantenerse de pie.

— ¿Pero qué demonios le ha pasado al bufón? — se exaltó Sable, acercándose a los demás — ¿Han sido ustedes traidores?

— Cálmate, soldadito — le reprochó Exilio haciéndole hervir la sangre —, lo estamos cuidando aquí, así que fórmate y cállate.

— Estará bien — añadió Silver.

— ¡Don Silver, maestro Norte, estáis bien! — con esfuerzo Sable se apartó de Eiron y con un profundo cariño abrazo a sus mentores — Hoy he logrado hacer algo extraordinario y todo gracias a ustedes.

El dragón del hielo notó un cambio en el corazón de Sable.

— Amo, creo que él aprendió a usar...

Pero el dragón de hielo se vio interrumpido cuando Sable se quedó dormido en el abrazo, con cuidado Eiron lo colocó junto a Galas para que descansara, en lo que Paris terminaba por curar las heridas del cuerpo de todos.

— Fue capaz de usar magia — reveló Eiron sorprendiendo a sus amigos.

— Eso me recuerda — Estruendo se separó de Exilio y miró fijo al bufón —, es costumbre tocar el corazón del candidato, pero hay otras maneras.

Entre sus garras, Estruendo tomó un trozo de esquirla y la colocó en las manos del bufón. 

— Puede que esto haga la diferencia — deseó.  

Los amos miraron confusos, pero los dragones guardaron silencio y se limitaron a observar como Paris, con la mano sobre la sangre y las heridas, hacía pasar su gema, cerrando, cicatrizando y borrando todo dolor y marca de guerra.

— ¡Tengo sueño! — Exilio interrumpió al fin el silencio y sin preguntar se acostó sobre el suelo al lado de Sable.

— Quizá sea mejor si alcanzo a Azfel y a Escauro, podrían necesitar ayuda — consideró Eiron sobando su hombro sobre su armadura.

— ¿Estás bien? — se preocupó Silver —, ¿estás herido?, ¿te duele algo?

— Mi amo está bien, solo estamos un poco cansados — aseguró sable. 

— No es para tanto — Eiron se llevó una mano al hombro y giró el brazo —, aún no podemos bajar la guardia y ellos necesitarán el apoyo de un dragón. Iré a alcanzarlos, los veré después.

Sin decir más Eiron siguió tras Azfel y Escauro. Perdiéndose entre la obscuridad de los pasillos.


Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora