74 - El precio que pagamos

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— ¿Te encuentras bien? — preguntó Roger.

— Solo estoy un poco agotado — aseguró Ark, sin dejar de caminar.

— Quizá deberíamos descansar un poco — sugirió Fulgore.

— Un instante será suficiente, amo — le aseguró Bravo.

Ellos se sentaron en medio de los árboles. Intentaban ganar tiempo cruzando por las arboledas, pero lo vivido en la ciudad les había afectado en su andar. El silencio era incómodo y la tensión era palpable. Roger, mirando sus semblantes, tomó de su gema un laúd brillante y reluciente, de cara clara, largas cuerdas y una gran letra «B» grabada al lado. No dijo nada, solo comenzó a tocar. Aquella melodía era lenta, pero esperanzadora, era delicada, pero de gran fuerza, era triste, pero reconfortante, todo eso era la canción de Beliviere.

— Suena... melancólico — comentó Bravo.

— Yo se la enseñé, es una canción de dragones — reveló Fulgore llamando su atención —, supongo que la llegué a escuchar mucho de pequeño, de mis padres quizá, ya no lo recuerdo.

— ¿No tienes memoria? — se sorprendió Ark.

— Sí tengo, pero... era muy pequeño — reconoció Fulgore cerrando los ojos —, desde que tengo uso de razón he estado escondiéndome y viviendo al margen de los humanos, mucho tiempo solo, pensando que quizá solo quedaba yo — al abrir los ojos, su mirada se posó en Bravo — ¿Qué sucedió contigo?

Ark bajó la mirada y Bravo tomó aire. 

— No lo sé — reconoció.

— ¿Cómo que no lo sabes? — inquirió Fulgor, pero Bravo solo se limitó a negar —. ¿No recuerdas tu vida? ¿Tu familia? ¿Tu muerte? — el dragón del agua solo negaba con la cabeza. Confundido miró a Ark —. ¿Cómo se encontraron?

— Él estaba encerrado en el volcán Astilon, junto con otros tres dragones — la conversación llamó la atención de Roger quien poco a poco dejó de tocar.

— Entonces, no sabes nada de nosotros ni de ti — comprendió Fulgore.

— Esperaba que ustedes supieran algo al respecto — se sinceró Bravo.

— Sabemos poco, casi nada — tomó Roger la palabra —, habíamos escuchado leyendas sobre dragones en Astilon, por lo que mi amigo Silver y el dragón Norte...

— ¿El amo del dragón del hielo? — cuestionó Bravo. 

— ¿Los conocen? — se sorprendió Roger. 

— Escapó con nosotros de Astilon — explicó Ark—, los decretos nos superaron por mucho, espero esté bien.  

— Norte es un tipo duro, sabrá adaptarse a la situación — reconoció Fulgore, tras lo cual, miró a Bravo —. Entonces deberías aprender lo más básico como la severidad de las promesas, el poder de nuestros corazones o el precio que pagamos por...

Fulgore enmudeció llevándose una mano al corazón y al mismo tiempo, la gema del agua comenzó a brillar con fuerza. 

— Siento un dragón acercarse — explicó Fulgore. 

— ¿Será Tremor? — consideró Bravo, alertándolos. 

Roger guardó su laúd permitiendo oír los pasos acelerados de alguien acercándose. Las gemas no dejaban de brillar y ellos estaban atentos.

— Están por aquí, amo — alertó una voz grave. 

— Prepárate — escucharon una voz juvenil, angustiada.

— Esa voz... — reconoció Ark.

Tras unos segundos, frente a ellos, apareció el dragón del fuego y a su lado, Ryu, agitado, con Edgár en sus brazos. La impresión fue tal que nadie pudo reaccionar por unos segundos.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora