165 - Sairus

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— Hay algo que no entiendo — consideró el joven desayunando con Shatten y llamando su curiosidad —. ¿Por qué llamar a un demonio?

— Esa pregunta es buena — reconoció el hombre —. Zetta siempre quiso poner a prueba los escritos de Liture, vaya que si nos sorprendió. Además, nunca está de más prepararte para algo que no conoces, nos ayudó a comprender la naturaleza demoníaca de esas criaturas. ¿Sabes que pueden poseer a cualquiera que los dañe de forma física? Solo las armas a distancia o la magia pueden acabar con los demonios, bueno, al menos los de esa jerarquía. 

— ¿Qué quiere decir con «esa jerarquía»? — amo y dragón sintieron un horrible escalofrió.

— Hay peores — declaró Shatten llenándolos de temor. 


*****


Ark caminaba tambaleándose, aferrándose de las paredes de los pasillos para no caer, el dolor de su pecho era insoportable, y la herida de su hombro, aunque atendida por Ryu, le quemaba.

— Maldito Cedric — Ark respiraba con dificultad.

— No desista, amo — alentó Bravo —, podemos seguir adelante.

Ark tropezó y cayó de rodillas al suelo.

— Estoy un poco mareado — reconoció.

— Debe ser efecto del antídoto — Bravo estaba preocupado por su amo.

Amo y dragón habían llegado a los calabozos. El frio del lugar era insoportable y el sonido seco de las cadenas meciéndose era constante, a pesar de ello, ni Ark ni Bravo desistían en su objetivo. Caminaban lentos por el largo pasillo, ignorando todo aquello que pudiera distraerlos, hasta que, al divisar las escaleras que llevaban fuera del recinto, se percató que alguien descendía por ellas.

— Hola, primo, ha pasado tanto tiempo.

Ark se irguió lo mejor que pudo, ayudándose del muro a su lado y tras hacerlo, tuvo que tallarse los ojos para comprobar que lo que veía era verdad.

— No puede ser... — musitó Bravo, incrédulo.

Delante de ellos, el cuerpo de Bastor, con la cara cosida y cicatrices en todo su ser se mostraba portando una armadura negra con una espada de mango dorado.

— ¿Qué pasa, Ark? ¿Es que no me recuerdas?

— Bas... ¿Bastor?

El dragón de inmediato creo la armadura azul y Ark, tomando fuerza, se irguió sujetando su espada dorada entre sus manos.

— Vaya, te ves bastante acabado desde la última vez que estuve en ti — habló el cadáver y después miró al yelmo —. Pienso darte el mismo trato que tu corazón me dio, primo.

— ¡Sairus! — exclamó el dragón — ¡Amo, guarde la espada, solo magia!

Ark, obedeciendo, disipó su espada y antes de poder hacer algo más, fue arrojado por una fuerte corriente de agua, haciéndolo impactar contra la pared.

— ¿Cómo demonios lo hizo? — cuestionó Bravo mientras su amo tosía agua.

— ¿Sorprendido, dragón? Aprendí eso de tu amo cuando estuve dentro de él y no fue lo único.

Ark se puso de pie justo para recibir una patada del cadáver de Bastor usado por Sairus, Ark cayó al suelo y de inmediato, el demonio colocó su pie sobre su pecho, el dolor incontenible hizo que Ark lanzara un grito desgarrador.

— ¡Sí! ¡Sufre, Sufre! — Se alegraba el decreto dando de golpes con el talón — ¡Sufre como yo he sufrido!

Ark doblegado por el dolor, tosió sangre justo cuando Ryu, sin su armadura, sujetó a Sairus por la espalda.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora