88 - Ama lo que hace

3 1 0
                                    

— Entonces no hay nadie que pueda ayudarnos.

— Lo siento, cofrade, pero la mayoría eran sectarios del demonio, tras expulsarlos y quitarles lo suyo, nos hemos quedado sin gente.

— Entiendo, agradezco su ayuda.

Preocupado, Escauro Alcedo salió de la taberna, decepcionado por no poder encontrar un transporte libre y pensando en la mejor manera de llegar al puerto de Cartago en el menor tiempo posible. El día radiaba en Tixe, ciudad donde los mercados y las transacciones con barcos se realizaban con una tensa normalidad. Escauro se limpió la frente, aunque había llegado bastante lejos, las pruebas habían sido más duras de lo que esperaba.

— ¡No voy a comer eso! — gritó Aura lanzando una manzana mallugada a la cara de Tora.

— Más duras sin duda — tras respirar hondo, Escauro se acercó a su grupo.

Ellos se habían detenido en una de las calles de Tixe, donde las condiciones poco higiénicas del lugar y el olor constante a mar, intranquilizaban a Aura más de lo usual. Juntos, habían soportado caminatas largas, asaltos e incluso el hambre, pero Escauro, ayudado por Azfel, Tora y Gabo, se las ingeniaba para salir adelante. Gracias al esfuerzo de todos, habían logrado cruzar todo Slava para llegar a la ciudad costera, donde el sol brillante, el mar azul y el graznido de gaviotas inundaban la vista.

— Olvídalo, patán — Aura empujó a Tora y después giró su mirada a Escauro - ¡Quiero comer en un lugar decente! — exigió.

— Pero señorita... — al percatarse de su error, Tora, Gabo y Azfel se cubrieron los oídos.

— ¡Baronesa! ¡Soy la Baronesa de Waterfall! — gritó Aura llamando la atención de todos aquellos que transitaban aquella tarde.

— Perdone usted, Baronesa — pronunció Escauro masticando las palabras —, pero el dinero comienza a escasear. Por lo que si desea comer en un lugar más a la altura de sus gustos — hablaba exagerando su formalismo con una sonrisa pícara — tendrá que desembolsar de su grande y misericordiosa generosidad.

Azfel no pudo ocultar el nerviosismo al pensar en la reacción de su protegida. 

— ¿Pagar yo? — reclamó ofendida llevándose una mano al cuello ovalado de su vestido.

— No hay otra opción. El dinero que vos habéis pagado solo cubre vuestras necesidades básicas, no vuestros caprichos.

— No llame capricho a algo que nos merecemos — blandió la joven. 

— Baronesa — tomó la palabra Gabo, el abogado, suavizando su voz —, tienda a bien recordar que mi cliente ha hecho todo lo posible por cubrir la parte de su trato. Nos ha traído hasta aquí con los pocos recursos que tiene y por si fuere poco, ha demostrado su valía en múltiples ocasiones.

— Es un tacaño — Aura cerró los parpados y giró el rostro sin ver como Escauro sesgaba los ojos.

— Lo sé, baronesa — reconoció el abogado —, pero necesitamos todo el dinero posible para encontrar transporte, posada y alimentos, cosa que no nos ha faltado — señaló Gabo.

Aura resopló y con hambre, reconsideró sus opciones.

— En ese caso, quiero que se pongan presentables, usaré una de mis joyas para pagar un buen lugar y no quiero que los vean sucios — ordenó —. Abogado, ¿conocerá un lugar acorde a mi nivel?

— Sin duda, baronesa, tengo uno bastante favorito cerca del puerto, es un pequeño mesón pintoresco.

— Si usted lo dice — la joven levantó una ceja.

Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora