12 - Esclavo de Waterfall

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Sonidos lejanos de muerte llegaron a los oídos de Irídeo, haciéndolo estremecer junto con su familia, con paso veloz, intentaban evadir a las personas aterradas mientras cruzaban la ciudad cuyo suelo estaba envuelto en una densa niebla. Los mercaderes habían abandonado sus mercancías, los bardos habían dejado de cantar y en su lugar, la gente intentaba escapar con sus pocas pertenencias sin mirar atrás. Varias personas cayeron al suelo, siendo pisoteadas por otras, sin que nadie se detuviera a ayudarlas

— ¿Qué pasa, padre? – preguntó Gregor, su hijo menor, con miedo en su voz.

— Alguien ha venido a destruir Waterfall y su legado — sonrió Irideo con nerviosismo —. Ya me había cansado de servir a ese viejo, pero esto se sale de mis planes.

— ¿Cómo puedes hacer bromas como esas en un momento así? — reclamó su esposa.

La familia corría todo lo posible, evitando a la gente histérica y a los despavoridos, cuando una carreta se detuvo con violencia frente a ellos, los caballos que la tiraban se irguieron por completo y cayeron con las pesuñas en seco justo después de que Irídeo protegiera a su familia, apartándoles del peligro a último momento.

— ¡Idiotas! — Les gritó un comerciante desde la carreta — ¿No ven que la ciudad está bajo ataque? — sin dudarlo, Irideo se separó de su familia y se acercó al hombre — Un momento, tú tienes un grillete, eres un esclavo de Waterfall, ¿qué diablos haces aquí? Tú debes de pelear hasta la muerte por tu señor mientras los demás salvan su vida. ¿Qué no tienes honor?, ¡vete!, ¿qué esperas? — gritaba con desprecio —, quítate de en medio o yo mismo te mataré por cobardía.

Mostrando una velocidad única, Irídeo se acercó con rapidez al mercader y sin compasión lo tomó del cuello mientras colocaba la hoja de su amado cuchillo en su garganta.

— Ni tengo honor ni soy un simple esclavo de la tierra — se lo escupió en la cara con odio, y a punto de enterrar la hoja de su arma, se percató que su familia lo miraba con angustia —. Da gracias que ellos están aquí — le dijo al oído — de haber sido por mí, te hubiese cortado el cuello en este instante — demostrando de lo que era capaz, Irideo cortó parte de la mejilla del comerciante, haciéndole sangrar y gritar del miedo. 

— Por, por favor, no me mates – decía temblando, lleno de miedo y terror.

— No me interesa tu vida. 

Irideo le golpeó con la empuñadura de su cuchillo, rompiéndole la nariz y aprovechando su dolor, lo tomó de sus ropas, le quitó una bolsa de monedas y le arrojó fuera de la carreta, haciéndolo caer al suelo con brusquedad. El comerciante, con la cara ensangrentada y lleno de miedo, se levantó y corrió despavorido pidiendo ayuda, tras esto, el agresor llamó a su familia y los ayudó a subir.

— Vayan a Aesier, quien sea que esté atacando Waterfall jamás pensará atacar un pueblo de paso — Irideo bajó de la carreta y dio la bolsa de monedas y las riendas a su esposa.

— Espera, ¿a dónde vas? — cuestionó la madre asimilando lo que ocurría cuando un grito desgarrador se escuchó cerca.

— Iré por Ark, debe de estar en los bosques, lo encontraré y lo traeré devuelta. Con tanta gente no será blanco fácil — deseó Irídeo.

— Padre, ten cuidado. – le pidió su hija Sara con voz temblorosa.

— Lo tendré y nada de hablarle a algún muchacho en mi ausencia o lo mataré — sentenció —. Si alguien se interpone en su camino — explicó mirando a su esposa —, atropéllenlo o les quitará la carreta, hay mucha gente loca. — Irídeo golpeó a los caballos y la carreta partió con su familia perdiéndose entre la multitud.

— Demasiado conmovedor.

Irideo escuchó una voz arrogante justo detrás de él, sin dudarlo, el hombre, aún con su cuchillo en la mano, lanzó un feroz golpe, sorprendiéndose al sentir como su ataque era detenido por una espada de hoja ancha manchada en sangre. 

— Tu forma de pelear es muy cuestionable — agregó un guerrero justo frente a él, soportando su ataque.


Erasus DrakoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora