Escauro y Gabo, el abogado, comenzaron a adentrarse por los callejones de Galia, encontrar el burdel no debería ser difícil, el lugar era famoso por sus negocios turbios, por sus mujeres carismáticas, por las constantes peleas entre hombres y rumores de contrabando.
Ambos terminaron a la entrada de un gris callejón sucio. Las paredes lisas, llenas de humedad, no permitían la entrada del sol, había agua estancada en el centro y una rata paseando en los alrededores. Avanzando con la mirada, distinguieron una puerta sucia al fondo, era café, pero sus colores se perdían entre lo gris del lugar. Era la única puerta en el callejón, custodiada por un hombre durmiendo a su lado, de rostro molesto, calvo y fornido.
Escauro avanzó y tras él, con temor, Gabo. El ambiente era pesado y parecía que, de un momento a otro, serían emboscados. Sus pasos lentos hacían eco en las paredes, caminaban con precaución, atentos a todo lo que ocurría, así llegaron frente a la puerta.
— ¿Será aquí? — preguntó con miedo Gabo, cuando de repente, salieron dos niños riendo y jugando de aquella puerta, despertando al encargado quien, al verlos, les abrió la puerta por completo.
— Sin duda, está aquí — sonrió Escauro entrando.
Contrastando con el exterior, el lugar estaba limpio y una gran ventana central apoyada por un tragaluz permitía la entrar libre de luz, repeliendo cualquier tipo de oscuridad. Había varias mesas donde algunas familias hablaban preocupantes de lo ocurrido en San Desiré, la orden de los templarios y Waterfall. Cada grupo de personas, conversaba angustiada por los sucesos del mundo en forma sincera y fraternal. Aquel lugar de mala muerte, había sido transformado en una respetable taberna.
— La comida es escaza — hablaba un hombre abrazando a su mujer mientras veía jugar a su hija.
— No sabemos dónde ir — sollozaba una mujer amamantando a su hijo.
— El príncipe Aisac tiene la culpa — se quejó un anciano —. En los tiempos del rey Gaywain nunca hubiera pasado algo así.
Al fondo del lugar se encontraba una larga barra donde, con sumo esfuerzo, un tabernero de cabello cenizo se esforzaba por servir comida y bebida a tan hambrienta y numerosa clientela. Todas y cada una de las mesas hablaban preocupadas de lo ocurrido en todo WindRose.
— Disculpe, buen hombre — habló Escauro acercándose al tabernero.
— A sus Órdenes, señor — respondió el hombre secando una jarra con un trapo.
— Buscamos a alguien, no sé si sea conocido, su nombre es Tora.
La gente calló y giró el rostro, mirándolos sin pestañear, dejando a Gabo y a su amigo con decenas de miradas pesadas en el más incómodo de los silencios.
— ¿Viene por la revancha, maestro Escauro? — desde la orilla, sentado con la espalda arqueada y los brazos sobre la barra, habló un joven de cabello largo y recogido, de brazos fuertes, porte excepcional, piel apiñonada, rostro cuadrado y nariz recta.
— ¡Tora! — exclamó sonriente Escauro, mientras alzaba las manos y se mostraba sin intensiones hostiles —. Si no mal recuerdo, yo gané nuestro último combate, así que sería yo quien debería darte la revancha.
— ¿Quiere pelear? — Tora se puso de pie y de inmediato la gente retrocedió.
— Nada de peleas aquí, tigre — reprochó el cantinero —. Ya bastante problemas hay en WindRose como para que incomodes a esta pobre gente.
Escauro hizo un ademán de no luchar y Tora gruñó, regresando a su asiento y tranquilizando a los presentes. El cofrade se sentó al lado de su conocido y Gabo, aun con cierta desconfianza, se acercó a ellos mientras el gentío regresaba poco a poco a sus propias preocupaciones.
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Erasus Drakone
FantasyCuando obtenemos lo que más deseamos ¿crecemos? ¿cambiamos? ¿mejoramos? ¿nos volvemos avariciosos? ¿morimos en paz? El reino entero se encamina a su destrucción, la sociedad busca lo suyo y cada uno busca su propio bienestar. ¿Para qué salvarlos s...