16| Dereck Orwell.

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Ashley Wood

—Price me dijo que has mejorado en su área —comenta mi madre.

—Te dije que no iba a dejar el vóley por nada. —soy tosca— No te daré la satisfacción de verme derrotada.

Sus ojos se abren con indignación y golpea la mesa con furia.

—¡Basta! Esto lo hago por tu bien, si te amenace con el vóley es para que lo cumplas —recoje sus platos de los pone en el lavadero.

¿Por mi bien? ¿He escuchado mal? ¿Cómo se atreve? Enojada me levanto de golpe y voy hacía ella. Esto parece un mal chiste, no sabe lo que he hecho para poder mejorar en la clase, puede que no sea algo de vida o muerte, pero desequilibre toda mi vida por su culpa ¿Quién dice que no pensaba subir mis notas? Estaba en el proceso, lo iba hacer a mi manera, lenta pero efectiva. Sin embargo, tuvo que venir a desmoronar mi sistema.

—Puede que ya no sea la niña perfecta de mami, pero sabes perfectamente para que jamás jalaria un curso, si lo hago me expulsan de equipo ¡Lo sabes mejor que nadie! Así que deja tu papel de buena madre a un lado y se la original.

—No iba a dejar dejar tu futuro a una simple corazonada. —pasa por mi lado y coje su pequeño bolsa— Algún día me agradeceras todo.

—Eso si que no. Te deje arruinar mi vida una vez, no volverá a suceder —no la veo, solo escucho el sonido de la puerta siendo tirada.


✴︎✴︎✴︎


Estar con Adrián y Luke en un mismo lugar es asfixiante por muchas razones, entre ellas es la tensión sexual que emanó por los dos y mi situación irregular. Tengo ganas de faltar a la clase y escabullirme como una rata en unos de los baños hasta que la hora se cumpla. Lo primero que veo al entrar es a Prisilla, con quién forme grupo para una exposición, es muy inteligente, bella y disciplina, me hace acordar a mi en cierto forma. Me saluda con un beso en mi mejilla.

—Hace tiempo que no hablamos. —acusa— Te has mantenido entretenida, no me imagino estar en tu situación, mis más sentidas condolencias. —menea sus cejas divertida mientras señala los individuos detrás de mí.

—Ni me lo recuerdes —exclamo— ¿Qué tal todo? ¿Cómo sigue tu mamá? —pregunto cautelosa.

Lo cierto es que Priscilla viene de familia humilde y no es precisamente barato la mensualidad de este instituto. Lo que sé de su padre es que fue a comprar pan una mañana y jamás regreso, no tiene hermano, por otro lado su madre Erika trabaja como ama de llaves varias horas en diferentes casas, no es joven, la edad le pasó factura una vez y tuvo que ser llevada a urgencias, estuvo dos semanas internada. Desde ese día Priscilla trabaja medio turno en un hotel cinco estrellas como recepcionista.

—Mejor, ya puede salir sola sin que se agote. Hasta va todos los domingos a misa. —no puedo dejar de pasar su sonrisa torcida y como sus dedos de aprietan fuertemente sobre un cumulo de papeles que tiene en su mano— ¿Me acompañas a dejar esto? Por ahí que le hablas —vuelve a ponerse coqueta.

—¿Adrián o Luke?

—Adrian por supuesto, odio a Luke, lo sabes —me recuerda.

No puedo soltar una risa, Luke siempre interrumpía nuestras reuniones para poder cogerme, la pobre de mí compañera tuvo que escucharme gemir en dos ocasiones. A veces me recuerda lo traumático que fue.

—Entonces vamos.

—Okey.

Me toma por el codo y me hace andar a su costado. En contra de mi voluntad, mi mirada recorre cada espacio para ubicar a las dos únicas personas que me importan. Luke es el primero que veo, está sentado con una chica entre su piernas, parecen estar jugando en un papel, la chica suelta un grito de triunfo y lo besa fugazmente.

Enséñame: La adicción de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora