Después de una sesión intensa de sexo en el auto de Adrián, partimos hacia su casa con los ánimos claramente más relajados. No voy a negar que aún tengo esa pizca de incertidumbre por lo que me dirá Beatriz, pero si de algo estoy segura es que ante cualquier cosa tengo a Adrián conmigo.
—Esa ex tuya, la que quiso matarme con su mirada en el aula hace tiempo ¿Se la presentaste a tu madre? —pregunto después de unos minutos en silencio.
—¿Lara? Era muy joven, ni siquiera se me ocurrió hablarle a Beatriz sobre ella —dice con naturalidad.
Lara, creo que alguna vez mencionó su nombre, pero hasta ahora no lo recordaba. De hecho, desde ese incidente dónde Lara se presentó al borde de las lágrimas, casi rogando para que Adrián se dignara a hablar con ella, no la he interactuado con ella. En su momento pensé que podría acercarse y reclamarme por su ex, sin embargo eso jamás pasó.
Tenemos una clase juntas, puede que hayamos cruzado miradas, pero de ahí no más. Es insignificante en mi vida.
Adrián nota algo en mis ojos porque inmediatamente agrega:
—Eres la única y siempre será así —su determinación eriza mi piel.
—Siempre es mucho tiempo.
—Y sigue sin ser suficiente —sonríe.
Me sonrojo. Es lo misma respuesta que me dio hace un tiempo, la misma y sigue teniendo ese ilógico poder para acelerar mi ritmo cardíaco.
Cuando el auto se estaciona y entramos a su casa, todos mis sentidos se ponen en alerta. Sin embargo, Adrián sostiene mi mano y mis defensas bajan considerablemente.
—Buenos días. —una voz tensa nos da la bienvenida. Aprieto mis labios en una línea— Por favor Adrián, anda a poner la mesa que la comida ya está casi lista.
Beatriz ya no lleva su vestimenta formal de trabajo, está con ropa casual y a pesar de toda su apariencia normal, sigue teniendo ese efecto de imponencia. Sin embargo, sus rasgos libres de maquillaje son más jóvenes, no me refiero que esperaba a una anciana como suegra, pero más joven que mi madre es.
Su hijo no dice nada, pero me da un apretón antes de soltar mi mano y desaparecer con dirección al comedor.
—Buenos días —digo.
Hay algo raro en Beatriz, cuando su hijo está a mi lado permanece tensa, con su rostro hecho piedra, pero una vez que desaparece cambia drásticamente, se vuelve un libro abierto. Ella sigue parada en el mismo lugar, mirándome de arriba a abajo como si quisiera encontrar algo en mi cuerpo, después pasa a mis ojos y entrecierra los suyos suspicaz. Su desesperación es evidente, es un pirata en busca de su tesoro, pero cuando no lo haya suelta un suspiro aliviado.
¿Qué está sucediendo?
—Acompañame —con su cabeza me guía el camino.
Llegamos en silencio a la cocina, el olor a una exquisita comida se filtra por mis fosas nasales, debe ser algo con carne definitivamente.
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Enséñame: La adicción de Adrián
RomanceLIBRO I «Ashley se niega a caer en la tentación Irman, pero es humana y todo humano tiene un límite que tarde o temprano cederá a los placeres del pecado»