No me ha preguntado nada y no porque no quisiera. De hecho cuando la vi en la salida del instituto le hice un movimiento de cabeza acompañado de un gesto que afortunadamente entendió a la primera. Nos subimos a un taxi para llegar al centro y almorzar en uno de mis restaurantes preferidos, no íbamos seguido gracias a su costoso menú, pero este día era merecedor de romper la alcancía. No siempre llevamos la fiesta en paz ni mucho menos tenemos tiempo para compartir juntas. Entre su trabajo, mi agenda y nuestra situación era y seguirá siendo complicado.
Sin embargo si hizo todo lo posible para cambiarme el ánimo, y claro que lo consiguió. Su estrategia de alegrar mi estómago funcionó perfecto, es lógico, me vendo por la comida. Aunque no niego que puse de mi parte para alejar todos los pensamientos ocasionados por la nueva situación que estoy atravesando, está tarde es de madre e hija.
—Veo que sigues amando venir aquí —comenta después de entregarle al mozo un billete, este mismo se retira para traer el vuelto.
—Si no estuviera en campeonato, te aseguro que repetiría el plato. —toco mi barriga que está a punto de explotar— ¿Te terminas la bebida? No me entra nada más.
Niega con una sonrisa.
—Justo eso me encanta de este lugar. Es caro, pero no te sirven la miseria de algunos lugares ¿Quién se llena con una bolita de comida que apenas cubre el plato? Es indignante.
—Para Instagram funciona, te aseguro que una foto de esos platos reciben miles de likes que al final es dinero para el usuario. —comento. En su rostro se posa un gesto de asombro— Aunque no vale la pena.
—Me alegra oírlo.
El mozo de antes vuelve con el dinero, mi madre le deja una propina y salimos del restaurante satisfechas.
Decidimos caminar hasta el extenso parque ubicado en el centro para llevar a casa unas deliciosas manzanas acarameladas que venden al rededor.
—¿Loty aún no te llama? —pregunto.
No conozco mucho a esa mujer, pero por lo poco que me ha contado Giuliana imagino que es de carácter y corazón débil, para ser enfermera buscaría otras virtudes.
—Imagino que debo tener llamadas perdidas, puse mi celular en modo avión —explica.
—¿Aún se pone nerviosa al inyectar? —indago. Talvez ha cambiado.
—Y al ver grandes cantidades de sangre. —agrega botando todas mis esperanzas al tacho— Al ir a recogerte recibí una llamada de tu entrenador ¿Todo va bien? No conteste.
—Me retiré antes de tiempo. Sullivan me saco de mis casillas, bueno, estuvo a punto de hacerlo, decide alejarme antes de explotar —soy sincera, no quiero más mentiras.
—Sabia decisión. —sonríe— ¿Qué pasó? ¿Te estresaste por algún motivo?
Hago una mueca, no es algo que quiero recordar.
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Enséñame: La adicción de Adrián
Roman d'amourLIBRO I «Ashley se niega a caer en la tentación Irman, pero es humana y todo humano tiene un límite que tarde o temprano cederá a los placeres del pecado»