29| Hospital.

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Ashley Wood

Hui como una cobarde, tan pronto como Adrián me regalo uno de los jeans de su madre, que por cierto se lo iba a devolver, pero para evitar una inminente discusión no dije nada, parecía decidido a qué me lo quedará. Por fortuna, Beatriz y yo éramos de la misma talla y gustos. No pude evitarlo, me hubiera gustado pasar más tiempo con él, incluso acepté ver los capítulos que nos faltaban de The Witcher, sin embargo en el proceso de preparar palomitas y servir las gaseosas para acompañar, me torturó de la peor manera. Sus manos rozaban partes que no cualquiera tiene la dicha de tocar, sus labios dejaban besos en mi cuello débil, y en algunas ocasiones se acercaba por atrás y me abrazaba, dándome el lujo de sentir su enorme erección contra mi trasero, cómo si no fuera suficiente, para rematar y culminar todo, sus malditos ojos no dejaron de brillar ningún segundo. Está claro que es el día de torturar a Ashley. Es un malévolo. De por sí ya estaba sedienta de sexo, después de lo que pasó en la bañera ¿Quién no? Ni que fuera de mármol.

Era quedarme y suplicar por un encuentro sexual que jamás iba a ocurrir, perdiendo mi dignidad o adelantar el encuentro con Tatiana.

Obviamente escogí la segunda opción, aunque en vez de despedirme como cualquier persona normal lo haría, aproveche que se fue al baño para dejarle una nota y huir como una rata. No iba a correr el riesgo de su imposición a mi salida y para no ser ni las seis de la tarde, ya es suficiente tortura.

Le avisé a Tatiana que iba en Uber. Después de recogerla y diecisiete minutos más tarde estábamos al frente de la enorme estructura hecha para enfermos.

Es temprano, el sol aún no se oculta, pero el hospital central siempre ha tenido ese algo que nubla todo bello panorama. Me enferma el ambiente, las personas, todo en sí del sitio, es tan deprimente. Sin embargo, mientras veo la enorme edificación que está al frente de nosotras solo puedo pensar en una sola cosa, una sola persona: Jeremy. No puedo evitarlo, después de todo este fue el último lugar donde lo vi con vida, la última imagen mental que tengo de él antes que todo se fuera a la mierda. Y ahí está de nuevo, lo siento creciendo en mi sistema. La respiración se me acelera, los ojos empiezan a arder y unas enormes ganas de huir me consumen. Todo en orden, igual que la última vez. Aplicó la técnica de respiración que me enseñó mi antigua psicóloga, lento, pausado, en calma.

—¿Estás bien? Estás pálida.

—Si, no te preocupes.

No puedo despegar mi mirada del hospital, me siento como en un trance.

—Lo dudo, será mejor que te quedes aquí. Yo puedo entrar sola.

Ni de chiste.

—No, tengo que asegurarme que de verdad te hiciste la prueba y que no lo falsificaste.

—Auch, pero entiendo.

Tatiana me queda viendo un par de segundos, duda de mi bienestar, estoy segura, por eso cuando nos adentramos al espacio que tanto aborrezco me toma de la mano, diciéndome que está aquí conmigo, que no estoy sola. Las paredes blancas me provocan claustrofobia, me provoca mareos.

Subimos al ascensor, después de preguntar dónde era el área de laboratorio y que nos dijeran que estaba ubicado en el tercer piso.

—¿Crees que salga positivo? —decido preguntar.

Arruga sus labios.

—No tengo idea, Ashley. No sé cuánto me metí, no recuerdo casi nada de esa noche. —suspiro— De igual forma mañana saldrá negativo, estoy segura. La enfermera que me atendió me dijo que la droga se mantenía en la sangre aproximadamente veinticuatro horas.

Asiento con sus palabras. Me gusta que sea honesta y que no me pinte un panorama erróneo.

—¿Has tenido la sensación de querer drogarte de nuevo? —inquiero.

Enséñame: La adicción de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora