28| Castigo.

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Ashley Wood

Todo es un caos.

La profesora nos mira con detenimiento a cada uno esperando encontrar al culpable de tal atrocidad, pero nadie parece intimidarse.

El director se suma a su juego de miradas.

—¿Y bien? ¿Alguien va a explicarme qué pasó?

Adrián.


Toda el aula lo sabe, estoy segura, pero nadie hablará, me di cuenta desde que la profesora llamo al director y después de cinco minutos nadie delatara al ausente alumno. Al principio se me hacía raro, digo, cubrir a Adrián es algo que no les favorece en nada. Sin embargo, después entendí todo. Lo cubren por el fútbol. Este tipo de actitudes podrían fácilmente descalificarlo y un grupo de estudiantes que acaba de ver triunfar su nueva estrella no van a hundirlo. Si algo tiene el fútbol que no tenga otras disciplinas es la hinchada, el furor, por algo es el deporte rey, muy a mi pesar claramente. Incluso Luke se resiste a abrir su boca.

—Fue un accidente. —todos los ojos se dirigen a mí— Un compañero se apoyó en la mesa, no soporto el peso y se rompió. Hace varias clases que esa mesa viene presentando ruidos extraños ¿Verdad? Tu te sentaste la vez pasada ahí —le pregunto a un estudiante de la primera fila.

—Sí, fue horrible —afirma como un niño bueno.

—Pero ese asiento estaba ocupado, ambos lados —repara la anciana con suspicacia.

Es un milagro que la profesora no se acuerde de Adrián.

—Es porque perdieron una apuesta. Es muy incómodo el lugar, que mejor castigo que sentarse ahí. —se suma el chico con quién estaba hablando al empezar la clase.

—Déjenme ver si entiendo ¿Me están diciendo qué no mantengo mi institución en buenas condiciones?

Muerdo mi lengua fuertemente para no responderle lo que verdaderamente quiero: La cancha de voleibol. Que hipócrita, que descaro de su parte preguntar tal barbaridad.

—Idiota —susurro.

—¿Dijo algo señorita Wood? No logré oírla.

—No dijo nada —mi compañero de pupitre sale a mi favor.

Por debajo de la mesa toma mi mano y me da un fuerte apretón. Su piel fría logra calmarme. Después de unos segundos deshago el contacto y me enfoco en él, tiene su plena atención con el director, lo observa con dureza, cómo si lo amenazará, lo más extraño es que el afectado responde de la misma manera a la vista y paciencia de todos.

Si las miradas matarán, ambos estarían bajo tierra.

—¿Quiénes son los que se estaban sentados en lugar?

Por instinto miro a la morena que aún tiene su rostro pálido del susto. Mira a su costado pidiendo aprobación, estoy segura de que no delatará a Adrián, la presión social la asfixia.

Un compañero le da el pase libre y la chica alza su mano tímida e inmediatamente se suma un chico de filas más atrás.

—Vengan —ordena.

Enséñame: La adicción de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora