36| Los juegos de sirenita (parte 2)

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Sin avisar, arrastró a Adrián hasta el juego donde quería ir en un principio, pero por el rostro de Mery no tuve las agallas de negarme

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Sin avisar, arrastró a Adrián hasta el juego donde quería ir en un principio, pero por el rostro de Mery no tuve las agallas de negarme. Tengo la suerte de que llegamos justo cuando una pareja está terminando de jugar. Tumbo a Adrián en la mesa y con audacia desabrocho los botones de su camisa, retiro la prenda en su totalidad.

—Dime las malditas reglas —me dirijo a la chica encargada del juego. Mi tono es brusco y estoy segura de que mi cara es de pocos amigos, creo que la he asustado.

—Tienes cinco minutos para provocarle una erección solo con el uso de tu boca. —responde rápido— Usted no debe tocarla —se dirige a Adrián.

—¿Cinco minutos? Lo tendrás en menos de treinta segundos —me mofo de su norma.

Adrián tiene la intención de levantarse, pero lo detengo con mi mano en su pecho descubierto. Ni lo pienses.

—¿A dónde crees que vas?

—Saldrás perdiendo —asegura volviendo acostarse— ¿Estás segura...

Silencio sus palabras con un beso demandante. Estoy enojada y bien dicen que entre más fuerte el sentimiento mejor la sensación. Adrián piensa profundizar el beso, pero la encargada le recuerda que no debe tocarme, puedo ver el dolor en sus ojos ¿Tendrá la fuerza de voluntad para resistirse? Haré todo lo posible para que pierda.

Desciendo mis besos por su mentón hasta la curva de su cuello. Está caliente y tenso a cada moviendo que doy. Me doy cuenta de que hay chupitos con licor, frutas y diferentes elementos a un costado. Sin más preámbulo me separó y derramó un líquido en todo su cuello. Es poco, casi unas gotas, pero lo suficiente para me excité. Vuelvo a devorar su cuello, es whisky combinado con el sabor de Adrián, completamente adictivo.

Lo escucho hacer un carraspeó ¿Ha sido un intento de controlar sus gemidos? Yo creo que sí.

—¿Cómo te sientes? —vuelvo ascender hasta su boca y dejar un beso antes de separarme.

—¿Te gustan las fresas? A mí me encantan —digo en un tono seductor, lento y con ganas de enloquecerlo.

Por su movimiento de cabeza y suspiro, creo que lo estoy logrando. Está a punto de colapsar y eso que aún no he empezado con lo bueno.

Coloco las fresas en línea vertical, desde sus costillas hasta el borde de su pantalón. Me agachó para comer una fruta y cuando lo miro veo desde abajo, noto el deseo que está reteniendo. Un hombre como Adrián, no tocarme en estos momentos es sinónimo de agonía total. Voy comiendo fresa por fresa, sin dejar de mirarlo, descendiendo poco a poco hasta llegar a la última. No me puedo resistir, bajo más, justo donde está su miembro palpitando por mi intimidad.

Ya está levantado, pero no lo suficiente, quiero más, deseo que salga disparado de su jean, que la tela no sea impedimento. Ya conozco el tamaño y fuerza de esa cosa, sé que puede. Mis impulsos me ganan, le doy un mordisco.

Enséñame: La adicción de AdriánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora