No puedo mantener el equilibrio. Dereck va demasiado rápido. Mis brazos se niegan a deslizarse por su pectoral y mi cuerpo se estremece cada vez que pasamos cerca de un carro, creo poder sentir que los rozo. En cualquier momento mi agarre se deslizará y caeré.
—¡Despacio! —grito por encima del viento. No llevamos casco, huimos tan rápido del instituto que no nos dio tiempo— ¡Dereck!
Mi último llamado parece hacerlo reaccionar porque baja la velocidad considerablemente. Aun así sus hombros están tensos y dudo mucho que sea por el frío.
—Ariel nos está esperando —dice.
Asiento, tal vez le informó de todo cuando estábamos corriendo en los pasadizos y él tenía su celular entre las manos.
—No es necesario, puedo quedarme en mi casa.
—No.
—Quiero estar sola —suelto un suspiro— y no debemos estar juntos ¿No lo recuerdas? Lo que pasó no cambia nuestra situación.
—Situación —suelta una risa sarcástica.
—Hablo en serio, Dereck.
Fue un error, no debí informarle a Dereck sobre mi conversación con Luke, pero si se enteraba no solo iba a estar encima de mí sino que también perdería su amistad por siempre. Dios, si hace unos meses me hubieran dicho que estaría mortificada por perder a Dereck, me hubiera reído en su cara.
A pesar de todo, sé que hice lo mejor, elegí el mal menor. Si Dereck no hubiera estado, Adrián hubiera visto como Luke me retenía a la fuerza y definitivamente no se hubiera aguantado como Dereck lo hizo. Adrián no tiene trabas, tiene un pase libre para matar a Luke sin piedad y sin duda alguna lo hubiera utilizado para liberarme de sus garras.
Apoyo mi frente en su espalda. Cierro los ojos y respiro profundamente.
Luke no quería lastimarme, lo sé, estaba tratando de tranquilizarme porque esa horrible sensación es la misma que siento al momento de tener una crisis. Puede que ya haya pasado meses sin una recaída, pero ese sentimiento jamás lo olvidaré.
No conozco la casa de Ariel, pero cuando la velocidad de la moto baja y veo a un tipo con el cabello rojo, parado en el umbral de una puerta, con los brazos cruzados, sé que hemos llegado. Él se acerca apenas nos ve, la preocupación tiñe sus facciones. Dereck estaciona y me bajo con una velocidad que no creía que poseía.
—¿Qué hizo? —pregunta el pelirrojo.
—Intento matarnos, —rujo— habla con tu amiguito, dale un tranquilizante o que sé yo —acomodo mi ropa y camino hasta el interior de la casa.
No es mi casa, Ariel no me ha dado permiso, cualquiera podría estar adentro y mirarme como una amenaza, pero tengo tanta adrenalina en mí que no mido las consecuencias de mis actos.
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Enséñame: La adicción de Adrián
Roman d'amourLIBRO I «Ashley se niega a caer en la tentación Irman, pero es humana y todo humano tiene un límite que tarde o temprano cederá a los placeres del pecado»