Un Pecado Ardiente - Sexto capitulo

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(Enfermedad y veneración)

—¿Qué más crees que deba hacer? Ya no queda casi nadie.

Sus memorias fluctuaban en lo profundo de su subconsciente junto con su cordura, que apenas llegaba al promedio, acariciando sus enguantadas manos con intranquilidad, observando con tedio su hogar ardiendo en llamas, junto con un pueblo marginado. Veía cómo cada cuerpo se deshacía en el fuego; los gritos y alaridos eran el instrumental de aquella tragedia hecha un espectáculo perturbador.

—Esperar —respondió la mujer de cabellos castaños y oscuros tras ella, siendo similar a la silueta de la propia Reina, la cual sentía su respiración rozando su espalda. Esa era su mano derecha.

—Este infierno parece eterno. Hace mucho tiempo empezamos esta purga —un ambiente seco y árido se divisaba en gran parte, tierra seca al igual que aquellos ríos que abundaban en el pueblo, recursos perdidos, árboles secos, un escenario muy dantesco a decir verdad— Juro que siento sus almas gritando con fuerza... Quieren matarme, ¿verdad?— Moon tragó en seco, retrocediendo un poco y sentir el leve choque entre su espalda y el pecho de su consejera.

—Cada pecador debe ser juzgado de la misma manera en la que humilló a sus víctimas; las llamas del fuego limpiarán las manchas del pecado —su voz fue acercándose hasta llegar detrás de su compañera— ¿Querías hacer las grandezas de tu madre?.

—Cada cinco meses pasa esto. Depurar sus pecados, una semana entera de dolor y agonía para estos pueblerinos; nos hemos excedido por un día, les ordeno que termine.

Ordenaba la Reina a sus subordinados; aquellos presentes en esa sala de reuniones no tardaron en salir de la habitación para cumplir con la tarea, dejándolas a ambas en la habitación.

—Esta será la última de todas; es el juicio final.

Livia, aquella sombra de la Reina, se asomó a la ventana para encontrarse con un escenario en particular que le llamó la atención aún estando en cierta distancia. Al parecer, en un extremo no muy lejano del edificio, una guerra territorial que hacía no mucho iniciaba comenzaba a hacer ruido y atraer a más gente, incluso niños. Ambas guardaron silencio para ver el desenlace de esta historia.Pasaron segundos casi eternos hasta finalmente divisar una figura en particular: un niño de cabellos rizados y cortos de tez morena corría tratando de esquivar piezas metálicas que pretendían atravesar sus carnes.

Trataba de asemejar la velocidad de una bala corriendo tanto como sus delgadas piernas le permitían. Sin previo aviso, una de estas armas atravesó su cráneo; un silencio fúnebre se escuchó por un par de minutos, sus ojos bien abiertos siendo espectadores de esta tragedia, ojos quisquillosos observando cómo ese líquido carmín abundaba bajo su cuerpo inmóvil tirado sobre la tierra, que ya no estaba del todo seca; ahora aquel líquido color rubí abundaba como un río.

—Cada segundo es eterno; siento que por momentos me es arrebatado el aire y apenas tengo alientos para observar eventos fatídicos que otros sufren. Esto es una carnicería, no se detiene. Mira a esa Criatura, acaba de fallecer— Este será un legado ensuciado.

Su espalda se resintió, las lágrimas abundaban en sus ojos cristalinos, observando con soslayo e inquietud cómo su querido pueblo se desmoronaba frente a sus ojos.

—Haz que ardan hasta convertirse en cenizas, en polvo; solo de esa manera serán librados de sus pecados —susurraba cerca del oído de la Reina para, de cierta forma, influenciar— De esta forma crearás un mundo nuevo, todo será distinto.

Su mente retorcida y atenta observaba el caos como un método infalible que reduciría todos sus problemas a la nada, justo como el polvo, desecho e inservible. Entre más pecados se acumulen en su espalda, más pesada será la cruz.

***
(El cambio)

Un cuerpo bañado en sangre, semidesnudo, en medio de una guerra territorial provocada por el odio, el cuerpo de un niño con su rostro en el suelo oyendo esos gritos ahogados a la distancia.Una mente en blanco que solo percibía los sonidos a su alrededor, alaridos acompañados de disparos y el sonido de flamantes llamas ardientes.Viendo el cuerpo en tercera persona, arrodillada en el suelo con una expresión no muy sonriente, era su alma, en un cuerpo intangible que solo se centraba en el cadáver frío de sí mismo, ni una expresión, ningún secreto oculto entre las murallas de los mortales y los ya caídos.¿Qué sigue después de la muerte? ¿El infierno? ¿O solo el sentimiento artificial que tenemos al dejar de existir? ¿Cuál es el punto de ser si ya solo queda un cadáver inerte sobre la tierra? Todas esas preguntas pasaban por su ¿mente? Se supone que ya no había tal cosa; ¿no es algo relativo? ¿O es un fallo en la matriz? Eso ni él mismo lo sabía.

¿Acaso el propio Dios se había olvidado de su alma?La realidad se distorsionó otra vez; un zumbido incesante capturaba su mente mientras que el panorama cambiaba totalmente, llegando a la nada. Ni un solo habitante o sonido, mucho menos distinción de colores, mucho menos la sensación dolorosa que le llevó hasta allí. Solo un cuerpo que flotaba en la nada con cierto grado de conciencia necesaria como para comprender a medias la situación, aunque dicho sonido no expiraba; tomar algo de aliento solo era eso, al mismo tiempo refrescante como si el ambiente frío refrescara su oxígeno, tomar una bocanada de aire se sentía relajante.Algo relativo, al igual que el tiempo mismo; las agujas del reloj cuentan sus pasos, segundos perdidos jamás recuperados, sin importar qué tan bueno hayas sido o no. El tiempo pasa rápido si te diviertes, escucha el sonar de las campanas, un reloj alarmante clavado en tu alma, midiendo el tiempo quisquilosamente, recordatorio que te seguirá hasta la muerte.

El tiempo sigue pasando y tú lo estás desperdiciando, por más que sea relativo eventualmente a todos se les acaba, incluso a ti, Valentine.Los latidos de su corazón ya no resonaban en su pecho, mucho menos esa sensación de peligro que tenía hace unos momentos, adrenalina siendo reducida a la nada, igual que él; ya no existe la sensación dañina que le afectaba hace unos instantes.

¿Qué sigue después de todo? ¿Sólo esto? ¿Ya no hay nada más que exista? ¿Este es el juicio final? Eso se preguntaba todavía contemplando la nada en un punto fijo, un espacio relativo en un cuerpo inexistente. ¿Acaso existe el alma? ¿El futuro alguna vez existió? Pues ahora es un misterio, estando en la nada, si esta era un pecador más, que así sea.Ahora la pregunta principal. ¿En dónde está el juicio divino? Si él es un pecador infame, ¿en dónde está el dios que le juzgará?

"Ten piedad, hija mía". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora