Sangre Azul - Octavo Capítulo

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Un látigo de cuero golpeaba constantemente en la espalda de la niña, la cual soltaba algunos quejidos y lágrimas de dolor. Los golpes secos y fuertes no solo dejaron moretones en su espalda, sino también heridas abiertas, dejando la sangre caer por la parte trasera de su vestido. Una sangre muy peculiar caía sobre el suelo y ropas ajenas, estos tenían formas de rombos cristalizados que, al contacto con la piel de su dueña, se deshacían en un líquido que luego se tornaba más oscuro. No era un líquido rojo carmín, como era lo usual de ver, tenía tonos azules y violeta oscuros. Esta sangre tan peculiar se esparcía sobre la ropa de su madre, dejando esos pequeños rombos decorando sus vestidos violetas, mientras el látigo azotaba la espalda de una dulce niña que, ya estando inmovilizada tras el impacto, solo suplicaba que se detuviera.Su madre, finalmente, la encaró con una mirada fría y vacía, mirando fijamente a su hija.

—Jamás deberás cometer errores, Moon. ¿Lo has entendido? Debes ser lo más cercano a la perfección si quieres llegar a mi nivel —ese tono autoritario, ese tono en particular, la paralizaba—.

Una verdadera reina es ejemplo para los plebeyos y los más débiles. Si no eres perfecta, eres inútil como los demás.Los golpes seguían perturbando la inocencia de esa pobre mente limpia, buscando ser la medicina de un mal que jamás existió. Con la cabeza baja, jadeando alterada, la dulce niña solo retomó una postura firme, asegurándose de no dejar su espalda erguida, aunque sus heridas ardieran como el propio infierno. Tomó la postura más firme que su cuerpo ya deshecho le permitía, para finalmente decirle a esa mujer, su madre:

—Seré lo más cercano a una deidad si es necesario. Pero solo has que deje de sangrar —Trató de convencer a su madre, ya que esta podría cerrar las cicatrices que ella misma había provocado, cosiendo esas heridas y ocultando todo, como solían hacerlo—. Por favor, madre, te lo imploro.

—No, tú no mereces ni siquiera eso. Esas heridas acompañarán tu miserable cuerpo por el resto de tu vida. ¿Entendido?.

La joven amaba a su madre pero era tan cruel y vil, caminó por los pasillos de ese viejo lugar, esos pequeños rombos caían como si fueran hojas secas del otoño, una noche muy fría para esa pequeña y frágil niña.

Semidesnuda se encontraba, con una mirada desecha y un pitido incesante en sus oídos, caminaba por esos largos y vacíos corredores, ladeándose, buscando con sus pocos alientos su habitación, su escape. Cerrando la puerta suavemente, parando en seco frente a su espejo mientras el resto de la sangre se desbordaba de sus heridas. Se veía incluso más pálida que de costumbre, perdiendo mucha sangre en el proceso.

Contemplando esa tez tan escalofriante que poseía, arreglando sus vestidos, cerrando la abertura de los hilos que cubrían su vestido. Cubría con vergüenza su pecho con un vestido tizado de su sangre peculiar.Abriendo una pequeña caja de música con madera de abeto, se encontró con un pequeño ángel de oro que giraba en un pequeño círculo mientras que su caja reproducía esa melodiosa música que enternecía el alma de la dulce niña. Este sentimiento inmediatamente cambió al ver una pequeña foto, una foto de un rostro familiar, el cual la hizo romper en llanto al poco tiempo de verla.

Una foto de su ya difunto abuelo sonriendo junto con ella, muchos años atrás en el tiempo, ambos con una cálida sonrisa, felices con la compañía del otro, el dulce anciano apasionado por el arte en todas sus formas, al igual que la poesía y los cálidos escenarios que hacían que su alma desbordara de alegría.

Le enseñó a esa pequeña niña que el arte es incluso algo más increíble que la magia, dándole bellas ilusiones y fantasías entre anécdotas de un tiempo distante para su corta edad, mucho antes de tenerla como nieta y que siquiera se supiera que era un abanico en esas viejas épocas ya desoladas, dejándola ver ese futuro diáfano por delante.Esas dulces notas resonaban en la habitación de esa pequeña, que entre lágrimas y sentimientos encontrados tarareaba esa canción escrita por su abuelo para ella, su pequeña Luna. Sintiendo la ausencia de ese ser de luz que era su querido abuelo, un vacío en su pecho y sus manos manchadas de su sangre.Mareada y entumecida ya se encontraba, sintiendo cada vez más frío del que ya había, sus labios secos y fríos, una oscura habitación y una caja musical repitiendo las mismas notas. En movimientos casi automáticos, movía la perilla de su caja musical para que la canción continuara, una mente ya perdida balbuceaba incoherencias con una sonrisa relajada y su mente dando vueltas, deteriorando sus pensamientos por completo.

La música era distante , mientras que al cabo de unos segundos ya tambaleaba su débil cuerpo. Un pitido incesante en sus oídos era cada vez más nítido. Luego de tanta lucha, su cuerpo cedió para dejarse caer al suelo, soltando de sus frías manos la caja de madera, la cual rodaba frente a su dueña, ya inconsciente, esos rombos cristalizados perforaban sus brazos mientras salían a cántaros de su espalda.                   

   ***
(Bulimia y gangrena)

De vuelta a la rutina de esas duras épocas, mucho antes del nacimiento de su amor de por vida, Amy. Frías épocas de guerra habían comenzado por simples errores que condenaron a cada alma existente a convivir con la cruel mano de la guerra. Moon, ya siendo próxima heredera en ese tiempo, se encontraba en un colapso mental, ingiriendo grandes cantidades de comida para luego vomitarlas al día siguiente. Pasando días enteros sin comer nada, solo beber agua, tomando lo más fresco que se pudiera para mantener su corazón latiendo y sus órganos funcionando en todo lo que se podía. Negarse comida a sí misma, comer lo más cercano a nada y, si lo hacía, era un completo fracaso, un error. No podía permitirse nada, mucho menos la escasa comida que de por sí ya había. Contemplando diariamente cómo todo se destruía a su alrededor, el resultado de la discordia y el alma impura de cada pecador presente.Así mismo, parada frente a su ventana, esperaba la llegada de la única humana con la que mantenía un contacto cercano, una mujer de unos 18 años en esos tiempos, de cabello castaño y tez pálida al igual que ella.

De alguna forma, por cuestiones del destino, esta se había vuelto su consejera proveniente de ningún lugar que ella conociera, una dama misteriosa que respondía por el nombre de Amaia.Amaia era lo más cercano a una amiga que podía tener Moon.

Esta muchacha era muy audaz y activa, todo lo contrario a la Reina. De alguna forma, un complemento eran ambas, se aconsejaban, sobre todo lo hacía esa mujer con la ya reina, aconsejarle sobre qué hacer para frenar la guerra, guiarle de alguna forma.Los recursos necesarios ya estaban en el olvido, al igual que viejos tratados de paz que fueron a ninguna parte. Genocidio por doquier, escenarios espantosos que solo mostraban la cruel naturaleza de cada ser viviente dentro de ese infierno que los mantenía con vida para seguir luchando por sus vidas. Las llamas de ese infierno torturaban a almas más débiles y afligidas. Heridas abiertas con gangrena, comida podrida, aún siendo algo tóxico y un desperdicio, era ingerida por la propia falta de recursos.

Alimentos ya descompuestos al igual que los cadáveres putridos que estaban tirados en las calles, un escenario apocalíptico en pocas palabras. Era un infierno al que se acostumbró a vivir.

"Ten piedad, hija mía". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora