El Circo de Nowhere - Tercer Capítulo

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( La mujer de piedra y la dama de Tierra Santa)

Entre un montón de fenómenos de circo se encontraba una mulata de proveniencia desconocida,siendo una atracción de circo por sus rimbombantes rasgos,grandes pechos y finas caderas,una indígena hija de la naturaleza, otra de las muchas esclavas que fueron llevadas a distintos rincones de Europa para ser una muestra de riqueza e identidad para sus nuevos propietarios. Le llamaban Gloria,una de las atracciones más interesantes se todo el circo, pues ,esta andaba en ropas cortas hechas con raíces y pieles de animal. Una bailarina.

Su acto era ser exhibida para el público que observaba atento su piel color ébano, hermosa y suave como la seda. Todos aquellos que la observaban lo hacían con asombro al ver su cuerpo, y esas proporciones enormes que, para el gusto de los hombres, era atractivo. El acto principal de aquel circo a falta de un animal exótico robado de las lejanías del continente, solo habría que conformarse con ello pues ahora ella era la bestia. Cosa que por supuesto odiaba, más sin embargo, no había escape, estaba retenida allí. Gloria, oh, pobre Gloria.

Pero no todo estaba perdido, Gloria contaba con la presencia de un Freak como ella, el segundo acto más famoso, este tratándose de otra joven, una irlandesa de cabello negro, espalda jorobada y ojos oscuros. Esta chica tenía un serio problema de salud que le dificultaba demasiado, según los médicos que la habían atendido en su tierra Natal, tenía un problema que ni la propia ciencia ni la medicina habían encontrado. Un síndrome que hacía que el tejido conectivo de su cuerpo desarrollará huesos, músculos, tendones, todo. Aquella chica ya no podía moverse, no podía levantarse ni estirar sus músculos libremente. "La mujer Camarón" le decían, pero esto solo era una sátira más. Gloria lo sabía. No podían comunicarse entre sí pero, las acciones y expresiones que intercambiaban entre ambas lo decían todo.

Gloria sabía el nombre de la otra, Vanessa, lo repetía entre murmullos cuando la preparaban para su acto, siempre dando lo mejor de ella para ayudar. Por otro lado Vanessa se encontraba detrás de unos vidrios, junto al escenario, cubierta con cortinas rojas sobre una especie de silla rodante mal hecha, con una correa hecha con cadenas, como otra de las bestias. Ambas siendo vulgarmente conocidas como " La negra de cuerpo ancho y la aberración de Dios". En aquella época todo era permitido, hasta reservar a los freaks a una sala privada, solo para permitirse mofarse de las razas, distinciones o incapacidades de los otros, que, al igual que ellos, con personas. O en su defecto, hacer actos privados frente a sus clientes, la freak más solicitada era la preciosa Gloria.

Muchas veces Vanessa expresó su enojo ante las acciones viles del público, y de incluso los residentes del circo. ¿Porque su color de piel era tan odiado? Si es que conocía a Gloria lo suficiente como para defenderla con garras y dientes, aunque ninguna de ellas lo admitieran. Se protegían y amaban con todas sus ganas, no tenían que entablar una extensa conversación para hablar con la otra, solo... Acercarse.

Si a Vanessa no le importaba su color de piel ni sus facciones, a Gloria menos le importaba el estado de Vanessa, era tierno ver como se cuidaban entre sí. Así era su vida, imperfectamente perfecta, pero era la vida de las dos. Su pequeño universo... Hasta ese trágico día.

Aquel día, todo iba normal, los cabeza de cohete corriendo con sus muecas graciosas de par en par, el hombre gusano siendo cargado por otro más enorme y robusto, la mujer con barba trenzando el vello de su mandíbula, las bailarinas empolvando sus caras con plomo; todos listos para la presentación. Excepto Gloria. ¿En dónde estaba? La función había comenzado sin ella. La situación se tornó delicada al ver el total desagrado de la audiencia, que abucheaban enérgicamente a los freaks, quienes aún intentaban seguir con el show. Vaya desastre. Vanessa comenzó a enojarse ante ese rechazo, Dios sabe porque la gente centraba su atención en ella, ¿habrán pensado que era culpa suya? La joven gritó con fuerza y mucha rabia, humedeciendo el vidrio que La protegía de los pequeños objetos que el público les lanzaba. Golpeteaba, tiritaba y brincaba. Muy para su mala suerte sus gritos llegaron a oídos de alguien que no debió. Su jefe. Quien tiro la correa con la que la ataban. Inmediatamente supo del error que había cometido.

"Ten piedad, hija mía". Donde viven las historias. Descúbrelo ahora