(Bella Antlers, la impostora)
-¿Ves a todos esos estúpidos seres impíos que habitan en su inmundicia y su forma de ser repugnante? Es tan desagradable. Ellos no merecen redención, nadie aquí lo merece, Amy- Musitó - Este paraíso artificial es tan dulce y tan falso.
Esa alma impura, expulsada por completo de su cuerpo original, tomando como hospedaje el cuerpo de una adolescente, manejando su cuerpo como un títere de madera. Esa alma ajena contemplaba el cielo mediante los ojos de esa niña, sentada sobre su mesa, contemplando las ventanas abiertas que reflejaban la dulce lluvia de la tarde. Esta portaba un vestido blanco como la nieve, al igual que sus sandalias, sacaba ambos pies de esa ventana, balanceándose mientras clavaba su mirada en el paisaje que contemplaba.
Podrías creer que se encontraba sola, sin nadie a su alrededor, y sí, en parte era cierto. Físicamente, nadie se encontraba junto a ella, nadie que se pudiera ver a simple vista. Y, de ser así, tendrías que ser muy analista para ver ese algo más... Era una sombra su compañía, con cuernos largos de alce, con un par de ojos brillantes sin pupilas que contemplaban esa amarga escena, ojos totalmente perdidos y ausentes de la situación, sin boca ni nada que se pudiera ver junto con ese montón de pelo que de por sí solo era esta peculiar criatura, una criatura peluda de cabellos oscuros y pequeñas orejas de alce que apenas se lograban diferenciar de dicho pelaje, lo más similar a la bola de pelos de un gato, cubierta con un manto de hojas otoñales con algunos tonos vivos y verdes en ella, una capa por así decirlo, qué criatura más extraña. No medía más de un metro y poco esa cosa, que solo hacía acto de presencia sobre la cama de la habitación.
Unos ojos oscuros con un semblante más escalofriante seguían murmurando y expresando su odio al humano, la bestia y la sombra, la impostora y la antigua portadora, madre e hija, combinaciones amargamente aceptables con opiniones resecas y no muy claras.
-Hija, sabes perfectamente que esto lo hago para que podamos vivir felices... Tú lo sabes más que nadie, por eso hago esto, esta es mi gran prueba de afecto.
Una voz más gutural y forzada se resonaba entre las frases como un ronquido; algunas veces llegaba a toser, perdiendo el aire y por poco la vida en ello. Aunque es comprensible, manejar el cuerpo ajeno era una tarea difícil, aún más cuando ese cuerpo es de la niña que un día decidiste abandonar.
-Somos tan similares, te ves incluso más joven que yo a tu edad. ¡Qué buena primogénita he tenido!, ¡míranos!, nos vemos incluso mejor, mejor que antes de la gran guerra.
La bestia solo se concentraba en acariciar las partes suaves y tiernas del cuerpo, tales como las mejillas, curiosa respecto a este nuevo cuerpo, analizándolo con cuidado, revisando cada herida o rasguño que fuera a perjudicarle de alguna forma, pellizcando al mismo tiempo para sentir eso que llaman dolor. Requería una buena botella de licor para celebrar esta unión forzosa.
Relamía sus labios con esperanza de recuperar un poco el líquido que había perdido. Luego de todo ese asunto, deseos de alcohol fuerte eran lo que sentía realmente, puesto que el agua para ella no era suficiente para calmarle. Era hora de aprovechar los dotes que la realeza ofrece. Viró a su alrededor y divisó a esa pequeña sombra en otro lugar, sentada en la mesa en la que ella estaba, mirando la escena con ojos de desdén y ausencia de conciencia.
La escena, que por sí sola, ya era repulsiva ante cualquier persona que viera esto en su sano juicio. Lavó sus manos.Luego de contemplarse de nuevo en el espejo, escuchó ruido afuera que llamó su atención rápidamente. Asomándose a la ventana, se inclinó un poco para ver hacia abajo. Era Árd hablando con unos desconocidos que traían pilas de cajas con ellos, aparentemente un negocio o algo parecido. Quizás uno de sus compradores más habituales o algo más, no lo sabía. Apenas si conocía a esa muchacha; no se molestaría en descubrirlo, pensó ella.
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"Ten piedad, hija mía".
Random"Los secretos familiares no pueden ser ocultos por siempre".